La entrada a Zimbabwe la marcaba el misterio, una gran incertidumbre planea sobre todo lo que está pasando en ese país. Ya casi ningún viajero se aventura a ir a Zimbabwe con lo que está pasando. Antaño era el granero de África, una referencia en cuanto a desarrollo y un modelo en cuanto al turismo seguro y de calidad... ahora en bancarrota total por las demencias de su dictador Mugabe. El gran hombre que todas las naciones admiraban por sus acertadas decisiones al llegar al poder, ahora parece estar poseído por el demonio de la destrucción, llevando a su país al caos. Pero no debido a una guerra, como ocurrió en la pobre Angola, si no desde el propio gobierno. Cada decisión... hunde un poco más al país.
Lo único bueno es que no hay levantamientos civiles ni disturbios, su población sufre resignadamente todas las decisiones de su líder. Esa ausencia de levantamientos es que lo que nos hizo plantearnos incluir Zimbabwe en la Ruta Confines de África porque todas las demás referencias no son nada halagüeñas: desabastecimiento de combustible, carestía de comida, agua contaminada, gran epidemia de cólera, inflación del 241.000.000%, sí, no me he equivocado con los ceros, a día de hoy tienen una inflación de 241 millones por cien. Pero posee unos atractivos demasiado tentadores e incuestionables: bellezas naturales únicas en el mundo (como las cataratas Victoria), impactantes parques nacionales repletos de fauna (como el de Hwange), ciudades con restos coloniales (como Bulawayo), arquitectura prehistórica de un importante imperio africano (el Gran Zimbabwe), pinturas rupestres de antes de nuestra era (en Matopos)... ¿Quién se puede resistir a todo ellos estando a tan solo 7 kilómetros de la frontera?
Decidimos entrar y si lo veíamos excesivamente peligroso, ya fuese desde el punto de vista de la salud por las epidemias o desde el punto de vista de la seguridad por la pobreza o por si nos encontrábamos tumultos... siempre estaríamos a tiempo de salir de ahí por la frontera más cercana. ¡Pero teníamos que intentarlo!
En previsión de lo peor, en Kasane ya habíamos llenado el tanque de combustible hasta hacer que desbordase el gas oil, todos nuestros bidones de combustible estaban llenos, cargamos 100 litros de agua para no necesitar el agua local y llevábamos suficiente comida para 15 días. Fue similar a la entrada en Angola, con la variante del combustible, que en Angola sobraba por ser productor y era muy barato, aunque tenía problemas de distribución. Aquí, ni había ni se distribuía.
La aduana de Botswana fue rápida, tan solo 10 minutos para sellar nuestros pasaportes y el Carnet de Passage del todo terreno. En la aduana de Zimbabwe fueron amables pero la burocracia era mucho más lenta... y cara. Pedían dinero por cada concepto. Primero había que sacar los visados, fueron 30 $ cada uno. Un sello que ocupa una nueva página y ya sólo me queda una página para Sudáfrica. Luego cuando le tocó la hora al coche tuvimos que pagar dos tasas, una de 30 $ y otra de 10 $ que eran de uso de carretera o algo similar. Y finalmente 30$ más por el seguro del coche. Un pequeño vistazo a nuestra carga, con unos aduaneros cordiales, y ya estamos en Zimbabwe.
Una carretera estrecha y sin pintura pero perfectamente asfaltada nos enfiló a Victoria Falls (más familiarmente conocida como Vic Falls), una población que se ha surgido de la nada y creada exclusivamente para el turismo que viene a contemplar la espectacular caída de agua de ese nombre. Las cataratas Victoria fueron descubiertas por Livingstone. Bueno, hablemos con propiedad, Livingstone fue el primer hombre blanco que las encontró, cuando corría el año 1855. Su primer descubrimiento fue el del río Zambeze y poco después descubrió las cataratas del Zambeze, que bautizó como Cataratas Victoria en honor a la reina de Inglaterra. Continuó realizando nuevas exploraciones durante las cuales murieron su hermano y su mujer, que murió de malaria. Aún así siguió adelante explorando nuevas zonas hasta que no se supo noticias de él durante años. El periódico norteamericano New York Herald decidió organizar una expedición a cargo de Stanley y ya conocemos todos la archifamosa frase que pronunció cuando por fin encontró a Livinsgtone: “Doctor Livingstone, supongo”. Esto ocurría en 1871, dos años después la malaria unida a la disentería acabó con la vida de este incansable misionero y explorador en Zambia, cuya historia siempre quedará necesariamente unida a la historia de África. La leyenda cuenta que aunque su cuerpo está enterrado en la Abadía de Westminster su corazón fue enterrado en África.
Mosi-oa-Tunya, es como son conocidas localmente y significa “el humo que truena”. Realmente es así, con un ancho 1,7 Km. y una caída, en su parte más alta, de 108 metros, el estruendo es atronador y las partículas de agua vaporizada en ascensión pueden superar los 100 metros. Ahora, a finales de año el caudal desciende a unos 20 millones de litros de agua por minuto pero en pleno apogeo de lluvias, las cataratas pueden llegar a verter 500 millones de litros por minuto. El día que nosotros las visitamos fue un día lluvioso así que entre la lluvia que caía del cielo y las ráfagas que llegaban de las cataratas acabamos empapados. A veces nos refugiábamos debajo de algunos de los árboles del camino pero no sirvió de mucho. Aunque desde Zimbabwe se disfruta de las vistas es en Zambia donde realmente se encuentran físicamente. En el mismo cortado por donde caen las aguas, se forman unas piscinas naturales y veíamos desde nuestro lado como había gente que se zambullía justo al borde del precipicio. Se les veía muy tranquilos aunque desde nuestro lado parecía que se los iba a llevar la corriente de un momento a otro. Las cataratas Victoria es un “monumento” natural para ambos países. En Zambia se anda sobre ellas y en Zimbabwe se disfrutan de las vistas de este maravilloso Patrimonio de la Humanidad.
Para alojarnos elegimos el Victoria Falls Backpackers. Una pequeña pensión muy acogedora con sus básicas cabañitas típicas, un pequeño restaurante, una pequeñita piscina, una cocina abierta pero cubierta para uso de los clientes y un pequeño parking donde acamparíamos nosotros. Estaba en pendiente pero poniendo dos piedras debajo de las ruedas nivelamos el coche y ya no rodaríamos dentro de la tienda. Las duchas eran rústicas pero muy limpias y, como la cocina, cubiertas pero abierta al aire libre y daban a un pequeño jardín individual con grandes plantas.
La eficaz agencia Kobo Safaris (www.kobo-safaris.com), que nos dio sabias recomendaciones para Namibia y Botswana, además de conseguirnos el difícil visado de Angola, trabaja con una agencia llamada “Wild Horizons” en Zimbabwe. De ella obtuvimos mucha información de primera mano sobre la situación del país, las áreas seguras, las zonas por donde se extendía la epidemia de cólera y...¡dónde conseguir combustible! Al igual que todas las agencias, tan solo trabajan en Victoria Falls, ya que el resto del país está en bancarrota, desabastecido y con la incertidumbre de lo que su maquiavélico presidente, Mugube, esté planeando para aferrarse al poder mientras su pueblo vive las penalidades más trágicas de los últimos 30 años. Pero Victoria Falls es un “oasis” dentro de esta inquietud generalizada y su proximidad a Zambia y Botswana, permite que sea el único punto de todo Zimbabwe donde el turismo, a pesar de una bajada espectacular, no ha desaparecido del todo y ofrece a los visitantes que se atrevan un elenco interminable de experiencias: rafting, conocer una fundación de repoblación de leones, paseos en elefante, viajes en canoa, exploración del Zambeze en barco, vuelos panorámicos y un largo etcétera. El nacimiento de esta ciudad fue para dar servicio a los turistas y si un día el turismo desaparece... la ciudad morirá.
En Zimbabwe, paradojas de la vida, el león está en peligro de extinción y para ello se ha creado un proyecto muy interesante para recuperarlos. Crían a los leones en semi-libertad, luego les llevan a extensiones más grandes para que creen sus manadas y cacen con competidores reales como las hienas y finalmente para que críen y esos nuevos leones ya vivan en libertad. Ojala todo funcione bien. Nosotros estuvimos paseando con dos leones de 7 meses, una hembra y un macho. Nos dieron instrucciones muy precisas de lo que debíamos hacer y no hacer. No tocarle la cabeza, sentarnos detrás de ellos y con un palo distraerles si volvían la cabeza hacia nosotros. Y si se dirigían directos hacia nosotros cuando estuviésemos de pie levantar el palo y decirles no para que nos guardasen respeto y no se abalanzasen sobre nosotros pensando que somos una presa. Tras toda la retahíla de precauciones y consejos... dos de los cinco visitantes ya no quisieron ni acercarse a los leones, que con tan solo 7 meses... la verdad es que imponían. El “body language”, como decía el cuidador, es muy importante.
La siguiente experiencia con la fauna local fue montar y pasear con elefantes. Si con los leones ya fue emocionante, tampoco decepciona el paseo a lomos del elefante por la selva. El elefante africano, mucho más indómito que el asiático, no se presta mucho a ser montado pero en Victoria Falls todo es posible y en una reserva de repoblación han conseguido que se acostumbren a ser montados por desconocidos. Nuestros dos elefantes eran hembras y ambas llevaban sus crías, la que seguía a mi elefanta era un adorable elefantito de tan solo 7 meses. Teniendo en cuenta que la lactancia de un elefante se extiende hasta los cuatro o cinco años, imaginaos este pequeñín de 7 meses como seguía ciegamente a su madre. Vamos, como si estuviésemos dentro del “Libro de la Selva” sólo faltaba Mowgli… pero a la africana. Todos los elefantes iban conducidos por guías que son sus preparadores y cuidadores. El entorno por el que nos movimos suele estar frecuentados por búfalos… que no tuvimos la suerte de ver. Los elefantes iban comiendo durante el camino arrancando ramas de casi todos los árboles junto a los que pasábamos. Otra experiencia inolvidable pero que ayuda a comprender la “manía” de los agricultores a los elefantes descontrolados porque la verdad es que arrasan todo a su paso.
Nuestro último contacto con el río Zambeze fue directamente sobre sus aguas paseando en barco. Al principio sólo se veían pájaros pero pronto empezó a animarse. Primero apareció un cocodrilo que acababa de pescar un pez enorme e intentaba tragárselo. No soltaba presa pasase lo que pasase a su alrededor. Pero el momento glorioso vino cuando nos encontramos con una manda de al menos 20 hipopótamos bañándose. Se iban sumergiendo y emergiendo con su característica pose de sacar media cabeza y mover las orejitas, una imagen tierna... que se desvanece cada vez que abren sus terribles fauces al máximo de lo que le daba la mandíbula. Serán herbívoros pero estos animales son los que causan más muertes en toda África con sólo una dentellada. Sus ataques para defender territorio son proverbiales. El barco se detiene en un lugar estratégico para disfrutar de un apoteósico atardecer sobre el río Zambeze. Los últimos rayos de sol sobre este legendario río se esconden con tonos anaranjados tras altivas palmeras que silueteaban su perfil sobre el cielo. Otro día memorable.
Ahora toca la hora de la verdad y vamos a empezar a recorrer el territorio por donde el “hombre blanco” ya no se mueve. Victoria Falls es como la “torre de marfil” de Zimbabwe pero ahora estamos solos. Nos hemos levantado a las 5.30 y a las 7, después de desayunar, nos hemos puesto rumbo al Parque Nacional de Hwange. Por las circunstancias tan especiales que vive el país, hemos estudiado y analizado a fondo todos los informes de primera mano además de leer muchísimo sobre al país para no meternos en ningún lío. Teníamos en nuestro interior una mezcla de inquietud, por lo que podría pasar, e impaciencia, por conocer esos lugares tan espectaculares de los que hablan tantos libros.
Nada más salir de la ciudad un cartel nos advertía de “Peligro Búfalos. Conduzca con precaución”, ya ignoramos esos carteles porque estamos hartos de ver carteles que anuncian algún peligro de cruce de animales salvajes (elefantes, jirafas, cebras, perros salvajes... ¡hasta peligro cruce de hipopótamos!) y nunca se nos ha cruzado nada, excepto en Botswana, con el espectáculo de casi cien de elefantes cruzando el asfalto... y precisamente ahí no había ningún cartel. Pero en este caso casi tenemos un accidente grave, a menos de 50 metros del cartel se nos cruzó un enorme búfalo a pleno galope, no nos dio tiempo ni a aminorar la marcha. Si llega a salir 3 segundos más tarde lo hubiésemos impactado porque surgió de repente de entre la maleza y a una velocidad de vértigo. El corazón se me encogió en un puño al ver esa imponente masa de carne con cuernos tan cerca de nuestro frontal. Ya me pasé el resto de día con los ojos tan abiertos que casi los sacaba de mis órbitas.
Pero exceptuando el imprevisto cruce de animales salvajes, las carreteras están perfectamente asfaltadas y mantenidas, resultaba una paradoja conociendo la realidad del país. Pero obviamente hay muy poco tráfico, la carestía de combustible y el precio (1,20 US$) cuando se encuentra, no ayudan a tener un parque móvil dinámico.
El paisaje transcurría entre una inmensa vegetación verde y densa que se perdía en la lejanía a un lado y otro de la carretera. Entre mopanes, acacias, baobabs y otros exóticos árboles, de vez en cuando aparecían pequeños poblados con cabañas con techos de paja. Y gente arando los campos con bueyes. Vacas, cabras y burros pastando en los arcenes o cruzando la carretera… pero muy de vez en cuando. Los pobres se deben haber comido hasta los huesos de casi todos sus animales. Y un montón de carteles anunciando lodges y hoteles, todos cerrados en espera de tiempos mejores. Una vez fuera de Victoria Falls, ya no hay visitantes.
Todo estaba muy bien señalizado, lugares, kilometrajes y cuando llegamos al cruce que nos interesaba para entrar en el parque, la Hwange Main Camp (en el límite oriental), lo tomamos. Existen otras dos entradas Simantella Camp (en el límite occidental del parque) y Robins Camp (en el centro). El Campamento principal presentaba muy buen aspecto, los guardas impecables, los folletos en el mostrador de entrada... todo estaba perfectamente en activo para recibir a gente pero... ni un solo visitante. Tan solo nos encontramos un grupo de colegiales zimbawenses que se iban cuando nosotros llegábamos. Todos ellos perfectamente uniformados y muy educaditos, nos saludaban tímidamente desde lejos cuando se marchaban en el bus escolar. Hwange es el parque nacional más grande de Zimbabwe con 14.651 km2 y con el mayor número de animales de todo Zimbabwe . Alberga unas 400 especies de aves, 107 tipos de animales y uno de los mayores números de elefantes del mundo (30.000). Existen 60 lagunas en todo el parque donde los animales acuden a beber, algunos de estos abrevaderos naturales tienen bombas auxiliares de gasolina, que bombean agua del subsuelo cuando la laguna se empieza a secar por falta de lluvias. Estamos en plena época de lluvias pero las lluvias se han parado en el norte y todavía no han bajado... para la desesperación de los agricultores, que las esperan con impaciencia. Tampoco ha llovido en el parque, las hierbas bajas y un cielo azul dan fe de ello. Muchas bombas están en funcionamiento y a pesar de romper el encanto con su ruidoso motor... nos alegra notar que los parques no están abandonados a su suerte y se sigue cuidando a su fauna.
Nada más empezar y dirigirnos al Salar Kennedy, nos encontramos con un numeroso grupo de jirafas y cebras pastando juntas. ¡¡¡¡Mis animales salvajes preferidos!!! Y con el día soleado fue un disfrute pleno, que se añadía al encanto de estar absolutamente solos en esta inmensidad repleta de fauna africana en libertad. Seguimos avanzando por las pistas del parque e iban apareciendo gacelas steenbok, cebras, ñus y en el abrevadero de Kennedy vimos que a lo lejos se acercaban dos enormes elefantes. Rápidamente nos posicionamos cerca del abrevadero, apagamos el motor y casi sin respirar nos quedamos disfrutando de su llegada. Estaban ansiosos por alcanzar el punto de agua que le iba a permitir saciar su sed y refrescarse. Eran dos machos enormes y fue espectacular verles beber y darse un gran baño. Alrededor, las cebras y ñus pastaban con indiferencia. Seguimos avanzando y vimos más elefantes comiendo de los mopanes que tanto les gusta. Y en un momento dado, pisteando por caminos alternativos nos acercamos a un pequeño abrevadero y vi moverse algo entre las ramas de un árbol bajito cerca del agua. Era un ¡¡¡leopardo!!! Pero fue tan rápido en desaparecer que a Vicente no le dio tiempo ni a verlo.
A las dos de la tarde el calor apretaba y lo mitigábamos bebiendo bastante agua, la temperatura llega a los 30ºC. El calor reinante a esta hora hacía que los animales se replegasen hacia la vegetación interior e instalarse bajo una buena sombra. En la laguna Nyamandhlovu, la más importante y grande del parque, se produce la excepción, había un montón de animales bañándose o bebiendo para aliviar el calor que hacia. Es tal la importancia de este abrevadero natural que hasta se ha construido un mirador de madera, uno de los pocos sitios en los que se permite bajar de los vehículos para instalarse en esta bonita plataforma sobreelevada y poder observar tranquila y discretamente (¡y bajo sombra!) la vida de la laguna. Varios hipopótamos y cocodrilos en el agua, un grupo de jirafas que ya se alejaban saciadas, cebras, ñus y kudus pastando por los alrededores, una colonia de babuinos muy activos, marabúes y otras muchas aves exóticas. Antes de abandonar el parque nos acercamos al pequeño abrevadero de Bulla Bulla y… encontramos una nueva gran manada de jirafas, allí estaban, bebiendo con su peculiar forma de estirar las patas para poder acercarse al agua. El final perfecto para este magnífico recinto natural. De nuevo ellas son las que nos despiden de este nuevo parque.
Serían las cinco de la tarde cuando abandonamos el parque, nos quedaba una hora y media de sol. Decidimos seguir el camino. Desde que salimos de Vic Falls el camino ha estado bastante poco poblado. Las cabañas que antes mencioné y pequeñas poblaciones de apenas una docena de pobres construcciones y paradas de camioneros. Así que como el panorama para pernoctar no es muy halagüeño decidimos avanzar. Se hizo de noche y cada vez estábamos más cerca de Bulawayo. No nos gusta entrar en grandes ciudades desconocidas por la noche, máxime cuando debido a la precaria situación del país no sabíamos los alojamientos que podían estar abiertos. En estas condiciones, no es aconsejable andar buscando alojamiento en mitad de la noche por una ciudad de más de un millón de habitantes. Algunos carteles de “peligro antílopes” y “peligros elefantes”, tras el susto del búfalo, tampoco nos animaban a seguir avanzando de noche... ni a campar por libre, demasiada fauna y ya demasiado cerca de la gran ciudad. Pero de pronto, sobre las nueve de la noche, a 40 kilómetros de Bulawayo un control de policía nos dio un alto. Nos saluda, nos pregunta a dónde vamos y entonces se nos ocurre quedarnos aquí a pernoctar. Es un puesto de policía con una caseta y un estrambótico y ruidoso bar para camioneros a tan sólo 100 metros. Le explicamos que estamos muy cansados, que ya es de noche y que si nos podemos quedar a dormir junto al puesto y acceden sin problemas. Aparcamos cerca del puesto pero el ruido de los camiones y el olor a las letrinas, que debían de estar realmente cerca (pero que no nos apetecía comprobar su ubicación exacta) nos hizo pedir permiso para entrar en una parte silenciosa del recinto y levantar la tienda bajo un árbol. El jefe del control, Avoid, se nos acercó para saludarnos y decirnos que con ellos estábamos muy seguros y que estuviésemos tranquilos. Nos calentamos unas latas y cuando recogimos levantamos la tienda y a dormir porque desde que salimos de Vic Falls hemos tenido jornadas muy intensas.
Entramos en Bulawayo sobre las 9 de la mañana y… en vez de encontrar la típica gran ciudad africana caótica, ruidosa, inquietante... encontramos una ciudad tranquila, sosegada, ordenada, con edificios impecablemente pintados, muchos de ellos coloniales. Las calles están limpias, con servicios activos de barrenderos. La mitad de los semáforos están operativos... ¡y los conductores los respetan!, al igual que los stop y los ceda el paso. Pero eso sí, con unas colas interminables de gente en las puertas de los bancos y los antidisturbios paseando por sus alrededores por si se producía algún tumulto. Pero la gente parece que se lo tomaba con una paciencia infinita, al menos los tres días que estuvimos allí no hubo ningún incidente. Las colas en los bancos estaban día y noche. Uno de los días que volvimos de explorar los alrededores, era plena noche, la ciudad estaba totalmente a oscuras pero con gente que seguía esperando en las puertas de los bancos.
Se trata de la segunda ciudad del país, después de la capital, Harare, que tiene unos dos millones de habitantes. Es una ciudad hecha a cuadrícula muy fácil de recorrer con muy pocos edificios altos que, en cualquier caso, nunca son de más de 10 pisos. La situación económica de Zimbabwe es una locura, acaban de sacar a la calle los billetes de 500 millones de dólares, hacer billetes en Zimbabwe es como editar cromos porque la inflación sigue subiendo vertiginosamente. Entramos con el 210.000.000% de inflación y, a día de hoy, ya están en 241.000.000%. La población, siempre educada, parece resignada a su suerte porque el ambiente general es siempre relajado y tranquilo. Su entereza, dignidad frente a la adversidad y carácter tranquilo contrasta sobremanera con nuestro recorrido por África Occidental hace unos cuantos años, que con cualquier disculpa ya se montaban serios motines y asaltos violentos. Para permitir que la sociedad urbana pueda sobrevivir, el gobierno ha permitido a toda una serie de comercios poder vender y comprar con dólares estadounidenses y con rands sudafricanos... a un cambio real y no al que impone el gobierno (15 veces por debajo del que se obtiene en la calle). Eso ha reactivado un poco la economía y nos encontramos con supermercados abastecidos, varios restaurantes clásicos o fast-food tipo occidental (burguers, pizzas, pollo, heladerías, pastelerías, establecimientos de bocadillos, de cocina asiática, mexicanos...), panaderías que vendían el pan por 3 millones de dólares zimbabweneses... o bien 1 dólar estadounidense alguna que otra gasolinera que vendía combustible sin necesidad de los complicados cupones que hay que adquirir... ¡en la lejana Harare, 500 Km. al norte!. Esa dolarización permitía que el que podía cambiar a dólares su salario, escapase de la inflación porque los precios en dólares USA se mantenían a fijos.
Echamos combustible en una gasolinera con un surtidor impecable y digital. El litro a 1,20 US$ como en Vic Falls, con este repostado y los bidones que llevamos ya tenemos suficiente para terminar nuestro recorrido por Zimbabwe aunque no volvamos a encontrar combustible. ¡Qué tranquilos respiramos sabiendo que ya no tenemos que andar buscando gasoil! Encontramos un cartel de “Guest House Packer’s House “, por encima de su valla de piedra despuntaban frondosos árboles y la entrada parecía que tenía un parquing interior. Tocamos en timbre y al traspasar la verja nos encontramos con una preciosa casita rodeada por un jardín con árboles, paseos empedrados por el césped (para poder andar cuando llueva) y nuestro imprescindible parquing trasero para poder aparcar con tranquilidad nuestro todo terreno y dormir sin ruidos sobre su techo . El interior de la casa... tan impecable como el exterior, estaba irreprochablemente limpia y ordenada, unos baños impolutos y una cocina estupenda con tostador, hervidor de agua, microondas, nevera y todo tipo de utensilios, cacharros, vajilla y cristalería a disposición de los huéspedes. Hasta Internet, muy lento eso sí, pero podíamos conectar nuestros Toshiba a la red y poner al día crónicas y correo. Los únicos alojados eran un grupo de chicas y chicos africanos. La recepcionista era una chica africana guapísima y muy simpática que después de casa frase que pronuncia soltaba una sonora carcajada. Después de una magnífica ducha preparamos nuestra cena en la excelente cocina y nos la tomamos en su comedor. ¡¡Ya teníamos un hogar en Bulawayo!!
Mañana comenzaríamos la exploración de sus alrededores. Por todo lo leído sobre la zona, los siguientes días prometían ser intensos y muy completos: pinturas rupestres, arquitectura prehistórica, paisajes de ensueño, un parque nacional que animaba mucho... Pensando en ello, nuestros ojos se fueron cerrando vencidos por el sueño...
Resto de crónicas de la ruta
01
Llegada a Ciudad del Cabo (Sudáfrica, Western Cape)
02
SPERRGEBIET !! (Sur de Namibia)
03
El desierto escarlata (Sur de Namibia)
04
Las Arenas del Infierno (Sur de Namibia)
05
Grootberg, el valle furtivo (Norte de Namibia)
06
Angola... Ave Fénix (Sur de Angola)
07
El largo camino (Norte de Angola)
08
Las rocas que hablan (Botswana oeste)
09
El río traicionado (Botswana este)
10
El humo que truena (Zimbabwe norte)
11
El imperio petrificado (Zimbabwe sur)
12
Las Montañas Dragón (Sudáfrica, Drakensberg)
13
El Reino en el Cielo (Lesotho)
14
El Espíritu de los Zulúes (Sudáfrica, Zululandia)
15
El Refugio del León (Swazilandia)
16
La Novia del Océano (Mozambique)
17
La Espada de Agua (Malawi)
18
Cielos de Fuego (Zambia)