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Crónica 5,

Grootberg, el valle furtivo (Norte de Namibia)

Ruta : Ruta Confines de Africa | País : Namibia

Abandonamos las dunas del desierto de Namibe y las llanuras de la Costa de los Esqueletos para dirigimos hacia el Parque Nacional de Etosha. Pero en el transcurso de esta ruta vamos hacer una parada que nos va a permitir vivir una experiencia inolvidable.

Envueltos por el entorno privilegiado del valle del río Klip, ascendemos hasta los 1.645 m. de altitud del paso Grootberg. Una estrecha y abrupta pista asciende a nuestra derecha, giramos el volante, engranamos la reductora y seguimos ascendiendo entre botes en dirección a las nubes. En la cima entramos en una impresionante meseta que, cortada con abruptas aristas, se asoma suspendida sobre el furtivo valle del Klip, encajado en la provincia de Damaraland, a caballo entre el mar y la meseta central de Namibia. Y colgado en el mejor ángulo, casi en equilibrio sobre el vacío me atrevería a decir, mimetizado mediante una esmerada arquitectura con materiales naturales, nos encontramos ante el Grootberg Lodge, un alojamiento que difícilmente se borrará de nuestra memoria.

El extenso valle a nuestros pies y sus alrededores son el habitat de los esquivos elefantes del desierto, rinocerontes, jirafas, cebras, antílopes como kudus y gemsbok y las saltarinas gacelas springbok entre otros animales que forman parte de la increíble fauna africana.

Los alojamientos, 12 cabañas construidas en piedra y techos de paja y caña compacta, tienen las comodidades de la vida moderna en medio de un entorno natural salvaje. Las gacelas springbok pasean por los alrededores y las águilas negras anidan en sus cercanías. Realmente uno se encuentra inmerso en la naturaleza más pura y auténtica, rodeado tan sólo de la inmensa calma pero a la vez emocionante naturaleza salvaje que somos conscientes que existe a nuestro alrededor y que en breve tendremos la oportunidad de ver cara a cara.

Este alojamiento forma parte de un interesante e ingenioso proyecto creado por la comunidad de los Khoadi/Hoas, que cuentan con 12.000 hectáreas dedicadas al turismo y conservación natural. Su objetivo es mantener y desarrollar su comunidad con los ingresos percibidos de este alojamiento y las actividades econaturales que pueden realizarse con guías autóctonos que han crecido conociendo a fondo en este excepcional entorno. Inaugurado en el año 2005 ha sabido conjugar, en un escenario envidiable, tradición y modernidad.

Dada su ubicación se pueden realizar salidas a pie, en jeep o en caballo. ¿Cómo resistirse a la oferta de rastrear a los elefantes del desierto o el rinoceronte negro hasta encontrarles? Este elefante presenta algunas características que le diferencian del elefante común africano. Para empezar es más esquivo e irascible, es decir, se esconde mucho más y arremete con más facilidad si se siente molestado. Otra curiosidad que presenta es que puede sobrevivir durante días, hasta cuatro, sin tomar ni un sorbo de agua, mientras avanzan impasibles a 70 km/h. El día que dedicamos a seguir el rastro de los elefantes amaneció espléndidamente soleado y las horas pasaban mientras nuestro rastreador iba interpretando las huellas, heces y destrozos que demostraban que habían pasado por ahí. Durante la búsqueda nos vamos cruzando con los impresionantes antílopes kudus, con sus bella cornamenta retorcida, su altivo porte de más de metro y medio de altura y sus 300 kilos de peso, convirtiéndole en uno de los antílopes más bellos. Tampoco faltaron a la cita las inquietas y saltarinas gacelas springbok así como un grupo de activas jirafas que iniciaron el galope cuando nos vieron. Estos animales, poco acostumbrados a la presencia humana, son mucho más desconfiados que los que se hallan en las reservas naturales.

Tras 6 horas de paciente e intensa búsqueda, finalmente conseguimos localizar los adustos paquidermos. Nos bajamos del todo terreno y siguiendo las estrictas normas de nuestro rastreador, nos posicionamos en una elevación para observarlos sin ser vistos. Allí estaban, avanzando lánguidamente y deteniéndose cada poco para darse comilonas con las ramas de los árboles, que al mismo tiempo que alimento, también les proporciona sombra en cada alto.

Otro inquilino de este entorno natural es el solitario, y en peligro de extinción, rinoceronte negro. El mejor momento para rastrearlo es por la mañana temprano, cuando el calor no aprieta todavía. Es entonces cuando está más activo hasta que el sol se eleva y calienta demasiado. Entonces busca un sitio a la sombra donde echarse a dormir hasta el atardecer que vuelven a salir para comer. Aunque el rastreo comenzó en 4x4 y a veces se dignan a aparecer en las cercanías de la pista, en esta ocasión tuvimos la oportunidad de vivir con los rastreadores el seguimiento de sus huellas. Durante más de hora y media estuvimos andando por este privilegiado entorno siguiendo sus huellas, restos de excrementos, arbustos mordisqueados… hasta que por fin, el rastreador nos sonríe y señala unos arbustos, allí estaba una imponente rinoceronte hembra. Con mucho sigilo, y siempre con vegetación entre ella y nosotros para evitar una repentina carga, nos acercamos hasta una distancia prudencial y en absoluto silencio. El rinoceronte es un animal que no tiene muy buena vista y cualquier cosa que sienta como una amenaza es capaz de arremeter contra ella. No dejaba de olisquear pues intuía nuestra presencia, pero nosotros quietos y en silencio, la observábamos entre los arbustos disfrutando de su espectacular presencia. Cuando se sintió tranquila comenzó a mordisquear los arbustos de su alrededor hasta que se tumbó para echarse una buena siesta pues el calor la iba amodorrando.

Las dos experiencias de rastreo fueron realmente muy gratificantes y emocionantes. A diferencia de los parques nacionales, donde esta rigurosamente prohibido bajarse de los vehículos o y salirse de los caminos señalados, en estas reservas tenemos la oportunidad de poder bajarnos de los autos y con los expertos y respetuosos rastreadores, seguir las huellas en el corazón de la naturaleza para cruzarnos con la impresionante fauna salvaje que habita en este entorno.

Las cebras tampoco se hicieron esperar y nos la cruzamos por el camino así como los imponentes antílopes gemsbok con sus enormes y características cornamenta que pueden alcanzar el metro de largo y también conocidos como antílope caballo porque recuerda al equino por sus largas patas, su ancho cuello y la cola cubierta de largas crines, aunque por su temperamento bravo puede recordar al de un toro, sus cuernos son un arma mortal y lo lucen tanto los machos como las hembras.

Pero no sólo la naturaleza salvaje habita estas tierras. Son varias las etnias que pueblan esta zona y en especial hay una tribu que siempre ha sido centro de atención por sus peculiares costumbres. La tribu seminómada Himba tiene asentamientos por los alrededores. Los Himbas se establecieron en esta zona del país como consecuencia de perder luchas étnicas con otros grupos entre los s.XVIII y XIX, y aquí llevan desde hace doscientos años tratando de vivir en paz. Su rasgo más distintivo es la costumbre ancestral de pintarse el cuerpo de ocre rojizo e ir vestidos con taparrabos de cuero. Además de los vistoso tocados que llevan las mujeres y que indican su estado civil en el grupo. Tras atravesar un terreno donde las acacias, moparam y arbustos espinosos nos escoltaban por la pista que avanzábamos, alcanzamos uno de estos poblados. Sólo estaban las mujeres y niños pues los hombres habían salido a pastar con el ganado durante varios días. Las cabañas eran pequeñas construcciones cónicas de paja y barro. No muy lejos había otro asentamiento de otras de las etnias características de esta zona del planeta, los hereros. Especialmente destacados por la vestimenta tan particular que visten sus mujeres. Unos trajes inspirados en los de las mujeres de los colonos europeos del s.XIX pero con el toque africano del color. Vestidos abultados por unas enormes enaguas y largos hasta el suelo y sombreros en forma de cuña a juego con el vestido. De hecho los himba tienen sus orígenes en los hereros pero sus costumbres han evolucionado por diferentes caminos.

No sólo el objetivo tuvo su interés y nuestra atención el recorrido se hizo a través de un entorno donde tuvimos la oportunidad de cruzar un río de aguas perennes, nada habitual en esta zona del mundo, donde los ríos son estacionarios, sujetos a la época de lluvias. Imposible desaprovechar el regalo de encontrarnos con un inhabitual río permanente, allí mismo hicimos un alto para reponer fuerzas, notar el frescor del agua en nuestras caras y dar buena cuenta de nuestras provisiones.

Ya sea la naturaleza salvaje o el contacto con tribus autóctonas. Este alto en el camino entre la costa y Etosha nos ha permitido conocer y vivir experiencias inolvidables en un entorno magnífico donde el contacto en primera línea con la naturaleza ha colmado todas nuestras expectativas.

Pero la ruta sigue y las polvorientas pistas de grava nos esperan pacientes para que de nuevo el polvo se cuele por todos los rincones. En Uis nos encontramos con el asfalto y podemos volver a abrir las ventanas para recibir al aire sin el molesto polvo que le acompañaba hace tan solo unos instantes. Entonces nuestro rumbo vira hacia el noreste, hacia el parque Nacional de Etosha “el gran lugar blanco del agua seca”. El parque por excelencia de Namibia. Aunque es un salar que se extiende por más 20.000 km2, se recorre tan sólo la zona sureste del mismo, unos dos tercios. El resto está reservado a los tours operadores.

En este parque se alojan los llamados “cinco grandes” el rinoceronte, el elefante, el león, el búfalo y el leopardo. Existen unas normas que hay que cumplir para moverse dentro del parque. Hay que registrarse en una de las tres puertas oficiales que existen y, a menos que se salga ese mismo día, hay alojarse en uno de los tres campamentos oficiales (Okaukuejo, Halali o Namutoni), pudiendo elegir entre la acampada o alguno de sus exclusivos (y caros) “lodges”. Antes de la puesta se sol, todos los visitantes tienen que estar dentro de uno de los tres recintos del parque nacional y no se puede salir antes del amanecer. No está permitido transitar por el parque fuera de este horario y por supuesto ni acampar por libre… es obvio. Nosotros nos alojamos en el campamento de en medio, en Halali, unos 70 kilómetros después de la puerta por la cual accedimos al famoso parque, la puerta de Okaukuejo. Todos los campamentos, debidamente vallados, poseen excelentes zonas comunes, con emplazamientos con barbacoas, tomas eléctricas, mobiliario de picnic, grandes edificios para aseos y cocinas bien acondicionadas, piscina, supermercado, restaurante, bar, etc. Pero lo que hace grandioso cada campamento es que cada uno posee en sus lindes una gran laguna de agua a la cual van a abrevar las diferentes especies de la zona. Pero el verdadero espectáculo es por la noche, focos de tenue luz anaranjada iluminan dichas lagunas y es posible observar durante toda la noche cómo la fauna salvaje se acerca a abrevar. Como si cada especie tuviese un turno, van desfilando pausadamente gran parte de las especies que tienen la suerte de haber nacido en este protegido a acogedor parque nacional.

Pero la época de lluvias comienza a extender sus temidas aunque, al mismo tiempo, necesitadas aguas y en el Parque de Etosha tuvimos el “honor” de recibir la primera tormenta seria de la expedición. Mientras cenábamos escuchamos unos amenazadores y sonoros truenos que se materializaron en una terrible y prolongada tormenta que no nos abandonó durante toda la noche. Aún así no nos amedrentó para acercarnos al pozo de agua y esperar pacientemente a aquellos animales que se iban acercando a beber. Los grandes chaparrones se alternaban con momentos tranquilos, el techado del observatorio hacía más llevaderos los momentos de lluvia pero teníamos que estar bien protegidos porque de vez en cuando se levantaba un viento que se burlaba del techado.

Por la mañana, las nubes no habían desaparecido pero el largo aguacero de la noche debió de dejarlas secas porque ya no nos volvió a llover. Reiniciamos la ruta por este inmenso salar, consiguiendo avistar elefantes, no muchos la verdad, pero si que vimos los efectos devastadores de su paso con arbustos arrancados, árboles con ramas y troncos quebrados y una cantidad infinita de excrementos, tan inconfundibles como sus voluminosa presencia. Afortunadamente, las cebras fueron menos tímidas y se dejaron ver en gran cantidad así como antílopes, gacelas springbok, impalas, gemsbok con sus inconfundibles cuernos rectos y las pequeñas gacelas steenboks y sobre todo jirafas, muchísimas jirafas, que junto con las cebras, son animales que siempre me han cautivado y fascinado. También tuvimos la fortuna de ver leones y algún que otro esquivo rinoceronte, eso sí, en la lejanía, nada que ver con la cercanía que disfrutamos con los rastreadores del Grootberg. Mientras el escenario sobre el que se movían se transformaba a veces en una rala y seca planicie insulsa y otras en bosquecillos de arbustos y pequeños árboles, propios de una sabana árida.

La época de lluvias, la cual acaba de hacernos un impactante aviso de su inminente llegada, no es la mejor época para avistar animales. Los escasos pozos de aguas que existen en la época seca, y que concentran al mayor número de animales, se multiplican con las lluvias con lo cual los animales se dispersan mucho más. Al acabar el día dos leonas sedientas se acercaron a una de las lagunas, donde un chacal temeroso y vigilante no se atrevía a invadir el espacio de las leonas. Finalmente se marchó sin probar una gota de agua, probaría suerte en otra laguna que no tuviese tan próximos a tan inquietantes ocupantes. Para nosotros fue un regalo porque las áreas de parada, aunque no permiten bajarse del coche, sí que se hayan bastante cerca de las lagunas más importantes y permite el disfrute pausado de todos los movimientos que ocurren en cada uno de estos focos de vida.

Precisamente la cercanía de las lluvias nos ha obligado a comenzar el viaje prestando especial atención a la profilaxis contra la malaria. Una enfermedad, que junto con el cólera y el sida, provoca devastadores estragos por el sur del continente africano. Además de estar vacunados contra la fiebre amarilla, la hepatitis A y B, el tétanos, la rabia, las fiebres tifoideas y la difteria iniciamos una semana antes de emprender esta expedición la medicación contra la malaria. No se trata de una vacuna propiamente dicha, se trata de un tratamiento que, en teoría, te mantiene protegido al menos en un 80% y siempre que vaya acompañado de las premisas básicas de usar repelente, especialmente al amanecer y al atardecer, para mantener alejado al causante de tan devastadora y mortal enfermedad. Una pastilla un día a la semana antes de entrar el la zona endémica y durante un mes después de abandonarla. Cada cuerpo reacciona de manera muy diferente a los efectos secundarios de las vacunas y la profilaxis de la malaria… afortunadamente nuestros cuerpos no han tenido que lamentar los efectos secundarios de ninguna de ellas.

Llegamos a Namutoni, en la zona más oriental del parque y aquí nos encontramos un fuerte alemán que ha vivido en tiempos pasados numerosas batallas entre los colonos alemanes y las tribus que habitaban la zona. De hecho, existe un monolito conmemorativo que recuerda a los soldados alemanes caídos durante esas batallas. El Fuerte original conserva varias zonas y un lodge exclusivo ha sido ubicado en su interior, con otra grada cubierta para deleitarse del espectáculo, diurno y nocturno, de decenas de especies desfilando y abrevando.

Cuando abandonamos el parque, de nuevo las jirafas fueron las protagonistas de los últimos momentos que tuvimos en el parque estrella de Namibia. Con su distinguida y lánguida silueta daban buena cuenta de los brotes de un árbol a cuyas ramas sólo un animal de su altura puede alcanzar.

La última noche en Namibia antes de cruzar la frontera angoleña, decidimos pasarla en una de las numerosas “Guest Farm” (“granja-albergues”), extensas granjas donde, además de las labores propias de agricultura y cría de animales de granja, han habilitado un sector de la misma como eco-alojamiento y hasta tienen en sus recintos fauna autóctona “herbívora” para ser observada desde cerca. Sus visitantes, de este modo, pueden desarrollar actividades como exploraciones a caballo, en quad, en 4x4 o trekkings para disfrutar del entorno natural y poder codearse con facóqueros, gacelas, antílopes, cebras y jirafas. Cada granja tiene su historia y peculiaridades, la Sachsenheim, donde nos alojamos a la salida de Etosha, tenía toda su historia en paneles. El actual propietario era la segunda generación de un alemán que en los años cuarenta se había instalado en esta zona, por entonces infectada de serpientes, humedales, malaria y animales salvajes; pero nada le impidió levantar con sus propias manos una granja desafiando a los elementos adversos que había a su alrededor. Empezó con un chamizo y poco a poco fue levantando una granja en condiciones. Cuando su esposa falleció, vendió la granja pero su hijo no se resignó a perder esa parte de su historia familiar y no paró hasta poder recomprarla, muchos años después. Ahora, el con sus hijos siguen adelante con ella y la han convertido en un hospedaje para viajeros además de continuar con las actividades típicas de una granja. Esta es una de las muchas historias de la colonización alemana por tierras africanas y que conforman la memoria histórica de la colonización namibia, no siempre tan bien avenida con el entorno y sus pueblos autóctonos.

Namibia no has presentado varias facetas: su fauna salvaje, los grandes espacios infinitos y deshabitados, la existencia de tribus con costumbres ancestrales y los vestigios de la colonización alemana que entre todos ellos han creado un país con una personalidad muy peculiar y sorprendente.

Y con el sabor tan especial que los ingredientes que conforman la idiosincrasia namibia han dejado en nuestro ánimo, mañana nos enfrentaremos a los últimos 200 kilómetros hasta alcanzar la frontera de Oshikango. Por ella por fin entraremos en Angola. Un país del que apenas hemos podido obtener información, es la mayor incógnita de toda la Ruta Confines de África. Recién finalizados los 30 años de continua guerra que la han devastado, todos los informes insisten en tener especial cuidado con la seguridad y la gran cantidad de minas explosivas que se hallan en toda su geografía. Los consejos de los escasos viajeros que han cruzado este país, coinciden en que no hay que tener fantasías aventureras con los 4x4 porque cada día explotan varias minas, hay que limitarse a las carreteras y pistas que están señaladas como “limpias”. El país se encuentra en plena reconstrucción y su red viaria intenta volver a comunicar las diferentes poblaciones, lo recién asfaltado está a estrenar pero el resto de carreteras y pistas son una pesadilla. No obstante, imposible estar a tan solo 200 Km. y no intentar explorarlo, por muy negativo que nos pinten el panorama, nuestra curiosidad y afán por avanzar por lugares nuevos es más fuerte que nuestros recelos. Y como somos amantes de las sorpresas... ¡para allá vamos Angola!... con el corazón encogido por tu reciente triste historia pero la mente abierta a todo lo que nos desveles cada día en tu nuevo renacer.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.