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Crónica 35,

India V - Imperios de roca

Ruta : Ruta de los Imperios | País : India

-¿Vamos a seguir? Yo creo que nos la estamos jugando, le digo a Vicente, sin ocultar mi inquietud por los dos camiones que nos han pasado rozando en la oscuridad de la noche. ¡Y además por mi lado! Mi asiento de copiloto me tiene el corazón encogido. Al conducir por la izquierda soy yo la que ve de cerca -muy cerca, ¡demasiado cerca!- los "casi accidentes" que Vicente tiene que esquivar constantemente.

-No vamos a seguir. Estamos demasiado lejos de Hyderabad, nos quedan por lo menos dos horas de carretera. El riesgo de la noche es demasiado grande, bastante tengo ya con la conducción a la luz del sol, me contesta, con toda la razón del mundo, lo que yo quería oír. Conducir por la noche por el país de Shiva es sinónimo de problema seguro. Al inquietante hecho de la desquiciada conducción en la India tenemos que añadir que muchos vehículos van sin luces, otros van todo el rato con las largas, otros van sin luces y tienen el "detalle" de encendernos las largas justo al cruzarse, razonando algo así como "por si no me has visto te pongo mis mejores luces al cruzarme". Es como si pensasen que hay que ahorrar energía, como si la batería del coche emitiese un recibo de pago a final de mes. También podría ser que apenas tienen batería por la noche debido a que durante el día se dedican a tocar sin descanso la bocina.

Se cruzan animales, las bicicletas y la mayoría de las motos no tienen ni un triste catadióptrico reflectante, los rickshaws van pintados de negro, los carros tirados por animales son sombras que no se ven hasta el último instante, aparece gente de la manera más intempestiva y en los lugares más insólitos. Nos horroriza la idea de un accidente, no disfrutamos la conducción en la India, es sin lugar a dudas la más peligrosa del mundo.

En estos momentos recuerdo algunos extractos de e-mails de otros viajeros que conocimos en ruta y con los que seguimos en contacto por internet. Recuerdo los correos de Jonny y Liz -conocidos en Islamabad, Pakistán-, que desde que estuvieron en la India con su todo terreno y saben que estamos aquí, siempre terminan: "Safe travelling!", algo así como "¡Qué no os pase nada!". Recordamos el correo de Guy y Pippa, les conocimos en Persépolis -Irán- en su ruta desde Inglaterra a Australia, iban a trabajar allí y en vez de cogerse un avión, decidieron ir en todo terreno y hacerse una ruta trans-asiática de siete meses por tierra. Han llegado a Australia, nos invitan a su casa y nos escriben: "Let us know about the rest of your trip. India is a nightmare for driving isn't it??!!! We almost died a few times!!! Is nice to be back to civilisation.", un mensaje claro: "Seguir informándonos del resto de vuestra ruta. India es una pesadilla para conducir, ¿verdad? ¡¡¡Casi nos matan unas pocas veces!!! Es estupendo volver a la civilización." Todos los viajeros hemos quedado impactados por la conducción en este país.

-¿Y dónde nos paramos?, es la eterna pregunta que nos hacemos cuando la noche nos da caza en carretera.

-Ni idea, a ver si tenemos suerte y encontramos algún hotelito, un parquing o una granja donde nos dejen pernoctar, es la eterna contestación cuando no sabemos que va a pasar.

Tras varias decenas de kilómetros esquivando camiones, y en los que fueron infructuosos los intentos de localizar un lugar para poder dormir, aparecen unas luces muy particulares. En una población muy pequeña, una gran cruz con bombillas de colores se apaga y enciende intermitentemente. Es como un guiño del destino.

Tras conocer a los hinduistas y a las minorías sijs y budistas, hoy vamos a vivir nuestro primer contacto con otra minoría de la India, la comunidad cristiana. Decidimos pararnos frente a la cruz. La casa tiene un gran jardín, hay seis personas charlando en él, les saludamos y les preguntamos dónde podríamos hallar alojamiento. Les explicamos que con tan solo permitirnos aparcar en el jardín nos sacaban del apuro puesto que el todo terreno venía equipado para dormir en él.

La reacción del grupo fue unánime, nada de acampar, tenían algo mejor. Regentaban una rest-house del gobierno, el alojamiento "oficial" para las personalidades "VIP" que se desplazan a visitar o supervisar la importante presa de Pochampad. La rest-house está en plena restauración pero en un ala ya han concluido los trabajos, sería el lugar.

Nos instalan en ella y al poco se presentan con una sencilla pero sabrosa cena y refrescos fríos. Charlamos con ellos. Los cristianos son una comunidad muy unida y próspera en la India pero también tienen sus dosis de inquietud al ser una minoría no representativa. Es el sino de todas las minorías del mundo, ya sean cristianos, musulmanes, hinduistas, budistas, judíos o sencillamente emigrantes. Están siempre en el centro del huracán cuando hay disturbios, graves crisis nacionales o simplemente cuando algún político sin escrúpulos decide emprender una "cruzada" particular con fines electorales o propagandísticos.

A la mañana siguiente, nos enseñan las labores de reconstrucción de una antigua iglesia a la que le han habilitado un colegio. Un constructor cristiano de la zona ha donado el dinero necesario para poder emprender la tarea. La enorme presa, recientemente concluida, es la que les proporciona el agua para regar los campos de cultivo que mantiene ocupada a toda la comarca. Nos ofrecen un último té antes de nuestra partida y agradecerles la generosa acogida que mostraron ante unos extraños que se presentaron sin avisar en plena noche. La madre de la familia baja corriendo las escaleras y nos da un manojo de plátanos y unas manzanas para el camino. Las madres siempre pensando que hay que alimentarse bien. Emprendemos de nuevo el rumbo sur.

PRÍNCIPES DEL ISLAM

La primavera en el centro de la India es como un horno en plena ebullición. El calor es insoportable y alcanzamos los 38 ºC en el momento que nos zambullimos en la marea del tráfico que atraviesa la ciudad de Hyderabad. Por fin, en el corazón de la ciudad antigua traspasamos el Char Minar ("Cuatro Minaretes"), el símbolo de la metrópoli conducida al esplendor por sucesivas dinastías de príncipes musulmanes. Esta impresionante estructura de arco de triunfo de 56 metros de alto se levanta en el cruce de las dos arterias más importantes de la ciudad amurallada, sus arcos de 15 metros de altura marcan los cuatro puntos cardinales y sus esbeltos minaretes en las esquinas le confieren un carácter único. Un bello monumento que conmemora el fin de una tragedia que ha asolado la India en muchas ocasiones: la peste. Pero en el s.XVI una epidemia que arrasaba la India no alcanzó Hyderabad, Muhammad Quli Qutb Shah lo erigió como acción de gracias por el fin de la plaga. A su alrededor, el bazar se ramifica por múltiples callejuelas.

En cuclillas, una mujer hindú viste un sari color verde pistacho, lleva el pelo recogido en una larga trenza, pendientes en las orejas, con el vientre, parte de la espalda al aire y brazos al descubierto. Atiende a unas clientas que se interesan por la fruta que expone en su puesto callejero. Pero estas otras mujeres son muy distintas, permanecen ocultas tras unas largas túnicas negras y sus cabezas se hallan cubiertas por capuchones del mismo color, son musulmanas, una minoría de ¡105 millones de personas!, cerca del 10% de la población de la India. También en Hyderabad son minoría, a pesar del pasado islámico de la villa, pero su presencia llama poderosamente la atención por sus mujeres cubiertas de negro, en total contraste con los vivos colores de los saris de sus hermanas hindúes.

Los reyes musulmanes de Golconda eligieron para su descanso eterno unos bellos mausoleos que coronaron con enormes domos bulbosos y recubiertos de hermosos relieves entre jardines de esencias tropicales, no querían descuidar ningún detalle recreando su propio jardín del Edén. Es domingo y como cada domingo, los ciudadanos de Hyderabad eligen la vasta necrópolis de Qutb Shahi como su lugar favorito de paseo. Todos sin excepción, pequeños, mayores, jóvenes con sus mejores galas, se dan cita en este singular entorno desde el que se divisa el otro protagonista de su historia.

A las afueras de la ciudad sobre una colina de granito de 120 m de altura se encuentra el fuerte de Golconda. Una ciudadela fortificada que se convirtió en la capital del reino independiente de los Qutb Shah (s.XVI-XVII). Su triple muralla almenada y sus recias puertas demuestran el activo pasado que jugó en las luchas de poder. En las puertas se incrustaron enormes y afiladas estacas de hierro, para evitar que los elefantes pudieran derribarlas en sus ataques. Los palacios, los salones, los establos, arsenales, el harén, han sufrido mucho en el curso de los siglos por los asedios a los que fue sometido el fuerte. Y el tiempo, como siempre, hizo el resto, la "arruga" no siempre es bella. Pero su imponente presencia sigue presumiendo de lo que llegó a representar como capital de un reino.

Bien conocían sus mandatarios el valor del principado que poseían, un reino de fabulosas riquezas gracias a las prodigiosas minas de diamantes del árido altiplano Deccán, origen de algunas de las más famosas joyas del mundo. Los monarcas europeos se vieron subyugados por su brillo poderoso y así Luis XV colocó en su corona uno de estos fabuloso diamantes que tenía nombre propio, "el Regente". También Napoleón I sucumbió a su hechizo y lució otro impresionante diamante en su espada. ¿Y quién no ha oído hablar del Koh-i-Noor ("Montaña de Luz")?, el diamante que tras pertenecer al Gran Mogol pasó a la joya de la corona de la Reina Victoria.

LA CIUDAD ENCANTADA

Seguimos penetrando por el corazón de la India. Un corazón de piedra, pero de piedra tallada por el fuego y el agua. El río Tungabhadra se abre paso entre un mar de bloques de piedra erráticos abrasados por el sol en las ruinas de la imperial Hampi. La última capital del reino de Vijayanagar enriquecida por el comercio de especias y algodón.

En el templo de Virupaksha, erigido en un extremo de la calle porticada de Hampi Bazaar, iniciamos nuestros primeros pasos que nos encaminan hacia la ciudad encantada de piedra. Sorteamos los gigantescos pedruscos que flanquean el río para ir descubriendo como las rocas van adoptando la forma que expertos artistas se empeñaron en concebir.

Un lugar para los dioses, la Villa Sagrada, cuajada de templos dedicados a Shiva, Rama, Vitthala, Venkareshavara, Krishna. Un lugar para los regios mortales, la Villa Real, con los baños reales, palacios, salas de audiencias, establos de elefantes, cuarteles reales. Las estatuas de reyes y cortesanos, de danzantes y princesas, músicos y soldados, peregrinos y sacerdotes, animales reales o fantásticos, en escenas infinitas inundan las columnas y las paredes de las construcciones. Parece como si un ser supremo, en algún momento de la historia, irritado por las intrigas y ambiciones de los arrogantes mortales, les hubiese atrapado en una maldición, transformándoles en imágenes inmóviles y rodeándoles de un sin fin de dioses y demonios hinduistas como inflexibles custodios.

El tiempo sigue pero en Hampi hace mucho que se detuvo. Nosotros también nos detenemos, pero a la sombra de una de las numerosas rocas incandescentes. Son las dos de la tarde y casi no se puede respirar. El calor que desprende la piedra que nos rodea es insoportable, tenemos fuego en el cielo y brasas a nuestros pies. Una aldeana situada estratégicamente a la sombra de una de estas rocas vende unos cocos. Los abre a machetazos, introduce una pajita y nos los entrega. Sorbemos hasta la última gota el abundante líquido que contiene el voluminoso y compacto fruto. Seguimos nuestro camino por la colina de Matanga y por fin de nuevo divisamos la plaza porticada.

No podemos más, todos esos kilómetros de marcha al sol nos han dejado sin energía. El camino que queda es también al sol y tenemos todo el equipo a cuestas, cambiamos de planes. Vicente se va solo, irá a por el coche que puede llegar hasta aquí- mientras yo permanezco bajo uno de los pórticos con todo el material de grabación y fotografía, =jadeando casi sin=20 aliento. Vicente ya se ha ido, unos niños se acercan y me pregunta ¿dancing, madam, dancing? Estoy como para bailar, pero sobre mi propia tumba. Les sonrío con la poca fuerza que me queda y comienzan a bailar y a cantar. El tiempo pasa muy lento, escucho el motor del Montero acercarse y me lanzó hacia el coche para beber nuevamente todo el agua que puedo. Recupero el aliento y las fuerzas para aplaudir a mis improvisados bailarines que se han hecho con un trozo de red rota y me gritan "Go fish, go fish to the river" y se marchan corriendo entre risas perdiéndose entre la maleza que conduce al río.

En los ghats a orillas del Tungabhadra las pilas de ropa que lavan las mujeres se entremezclan con la ropa que unos hombres han dejado tiradas para bañarse. Un muchacho saca del agua un elefante que se ha dado una refrescante ducha. En las rocas que hay en medio del río aparece tallada la silueta del toro sagrado Nandi. Desde una de las muchísimas rocas varios chicos se zambullen escandalosamente en el río para divertirse. Los adultos y ancianos se asean. Como siempre, el agua da la vida y la vida del pueblo parece concentrarse en ella.

Una barcaza en forma de sombrero de paja traslada a varios pasajeros de un lado al otro de la orilla. Nos quedamos perplejos, esas pequeñas y frágiles embarcaciones de hoja de palma entrelazada son como las "kufas" utilizadas en Irak por los pescadores del río Tigré, ¿cómo es posible que se reproduzcan aquí? Estamos a miles y miles de kilómetros de otra fascinante civilización, inmersos en una cultura que nada tiene que ver con Mesopotamia, es el encanto -y el misterio- de las tierras del oriente. Podríamos pasarnos horas observando todas las escenas que transcurren por las orillas del ghat pero el día se agota como agotados estamos nosotros por el calor que hemos soportado entre las rocas encantadas de Hampi.

PRIVILEGIOS DE DIOSES

La piedra sigue siendo la que da forma y sentido a todo cuanto existe por esos parajes. Como también dio sentido a toda esta zona central del país un imperio de gran poder, el de los chalukyas (s.IV al VII y X al XVIII). Con ellos se concibieron los primeros ejemplos de templos dravídicos característicos de los reinos del sur del país. En Aihole se estableció la capital de este imperio que pisaba con fuerza por el centro de la India y es donde la semilla de la arquitectura religiosa hinduista comenzó a tomar forma. Los templos son más numerosos que las casas que componen el pequeño pueblo al que llegamos por una estrecha carretera polvorienta delimitada por una seca y espesa maleza en los bordes del camino. A muy pocos kilómetros, Pattadakal fue elegida como la segunda capital del imperio y todas las coronaciones de los reyes chalukyas se celebraban en sus templos. Deambulamos entre estos santuarios tropicales y palpamos sus muros profusamente decorados con esculturas y escenas que recrean capítulos de sus libros sagrados.

Pero Badami es la más atractiva de las joyas chalukyas. Nos sedujo especialmente por sus templos excavados en un acantilado de una colina de arenisca rojiza. Una larga escalinata tallada en la piedra viva unen estos santuarios rupestres, que se dejaron modelar por las prodigiosas manos de artistas reales. La roca rojiza se transforma en los rostros y en los cuerpos de la montaña. Unos rostros petrificados que se asoman por el risco hacia el lago que descansa atrapado a sus pies. Y en sus perpetuas aguas, cada mañana, la casta de los intocables emprenden su agotadora y exhaustiva faena de lavado a la piedra. Por el otro lado de la orilla unas vacas se zambullen, ayudadas por sus dueños. Y las mujeres comienzan a extender por las escalinatas del templo los holgados saris de colores para que el sol, el abrasador sol que ahora nos castiga, evapore el agua que los han empapado.

MALA SOMBRA

Partimos de Badami y enfilamos hacia Goa. Pernoctamos en un sencillo y pequeño hotelito justo antes de llegar. Un alto más, un lugar perdido sin importancia, que casi cierra temporalmente nuestra web.

Pedimos una mesa para trabajar y terminar esta crónica. Nos la traen, instalamos el ordenador y mientras está arrancando, la mesa, mal montada, se desarma y se desploma con todo nuestro equipo encima. El portátil sale volando y se estrella en el suelo. Nos quedamos petrificados, no dábamos crédito a lo que acababa de ocurrir. El ordenador es el "niño mimado" de la expedición, siempre en bolsa acolchada, siempre en la caja fuerte del todo terreno para que no lo roben, nadie lo toca a excepción de nosotros, cuando trabajamos con él está entre algodones, ha sobrevivido el tórrido infierno del Sahara en verano, las heladas del Himalaya, los mil brincos del todo terreno por infinidad de abruptas pistas, e igual estaba "muerto" porque un camarero montó una mesa incorrectamente. Nunca sabes cuando la fatalidad te señala con el dedo.

Nos avalanzamos sobre él para recogerlo. Una de las bisagras de la pantalla está rota, externamente no tiene más. Con el batacazo se ha apagado ¿para siempre, quizás? El corazón palpita que parece que nos va a dar una taquicardia. Lo conectamos de nuevo, intentamos arrancarlo y arranca pero cuando llega el chequeo del scandisk, nos señala daños en el disco duro. El disco duro dañado, puede haber ocurrido de todo. Windows nos pregunta si deseamos hacer un chequeo completo del disco duro e intentar reparar las partes dañadas. Pulsamos aceptar y se inicia la pantalla de chequeo, la angustia es inenarrable. Tan solo tenemos este ordenador y la web se basa en él. Eso sin contar con que parte de los datos todavía no tienen copia de seguridad. Tenemos la costumbre de conectar la grabadora HP cada 2 semanas y salvaguardar la información en CD,s pero el calor nos ablanda los sesos y esta vez nos relajamos. Llevábamos más de tres semanas sin hacer copias de seguridad y parece que el diablo nos tenía vigilados para elegir el momento oportuno para lanzarnos una maldición.

El scandisk lleva ya tres horas chequeando y tan solo ha diagnosticado el 16% del disco duro. No para de encontrar partes dañadas y nos va identificando lo que se encuentra en ese clúster dañado: programas, correo, documentos, fotografías, van apareciendo en pantalla. Terrible.

"Clúster 1.255 de unidad C no se puede leer. Ese área de la unidad está dañada y no debe usarse para guardar datos. Scandisk puede intentar recuperar los datos existentes en el área copiándolos en una ubicación no dañada. A continuación marcará el clúster no válido para impedir que vuelva a ser usado. En este momento 1.255 está siendo utilizado por el archivo CAMERA95C-WP95.EXE"

Y siempre la misma pregunta ¿Desea intentar reparar? Y siempre la misma contestación: sí.

Uno tras otro van apareciendo infinidad de partes deterioradas, infinidad de archivos afectados, infinidad de horas de tremenda inquietud.

Cinco horas y tan solo se ha escaneado el 18 %. Parece que va a ser interminable, no podemos esperar al final del diagnóstico y se acerca un largo fin de semana. Tenemos que comunicar a la Ruta de los Imperios "en España" lo que ha pasado. Llamamos al Centro de Procesos de Datos de Ceuta, a José Enrique, a Michel, a Bernardo de la productora GSF, a Antonio de Mitsubishi-Ceuta,... "Quizás nos hemos quedado sin ordenador y quizás se haya perdido el material del último mes", les decimos a todos. Se movilizan enseguida, el Centro de Proceso de Datos, para guiarnos en las operaciones a realizar, todos los demás para intentar buscar soluciones al problema de conseguirnos otro portátil y hacerlo llegar a la India ... si el nuestro no sale de ésta. Un equipo admirable, unos amigos de verdad.

Han pasado ocho horas, son las dos de la tarde en Ceuta, el centro de Proceso de Datos tiene que cerrar, Rafa me da su teléfono particular para que le llame en cualquier momento por si surge algún problema durante el escaneo. Michel inicia contactos para localizar un amigo suyo que vive en Bangalore (India central) y que le ayudó a él durante su arriesgado periplo de dar la vuelta al mundo en solitario con un avión que él mismo había montado.

Son las cuatro y media de la madrugada, han pasado 17 horas, el scandisk tan solo ha escaneado el 36% del disco duro. No hemos dormido, todo el procedimiento es manual, cada vez que encuentra un clúster estropeado hay que pulsar la "R" de "Repararlo", tenemos que estar todo el rato con la mirada clavada en el ordenador. Necesitamos saber como está el portátil cuanto antes, era como tener un ser querido en la UVI, esperando salir del coma ¿Quién puede dormir así? En ese momento salta una pregunta en la pantalla: "Memoria insuficiente, ¿desea continuar?". Ni idea de qué hacer, pulsamos "aceptar". Se nos pone la pantalla en negro y aparecen textos del MS DOS. Ahora si que no sabemos qué hacer y el transformador está ardiendo.

Son las cinco menos cuarto de la mañana en la India, la una y cuarto de la madrugada en España. Con esa nueva pantalla no sabemos como seguir. Llamamos a Rafa, nos indica como continuar y reiniciar el scandisk, le pedimos disculpas por llamarle de madrugada. "No importa, estamos juntos en esto". Muchas gracias.

Aprovechamos que se ha interrumpido el escaneo para dejar descansar el ordenador, no sea que al final se queme. Dormimos dos horas y arrancamos de nuevo el portátil. Reactivamos el auto-diagnóstico. Pasaron muchas más horas, demasiadas horas.

A las 32 horas de iniciarse el scandisk, llegamos al 100 %. La suerte estaba echada, ahora veríamos como estaba el ordenador. Seis horas más estuvimos comprobando todo el software y los archivos sin copia de seguridad. Mandamos un montón de e-mails a nuestro equipo y les informamos:

"Esta es la prueba definitiva. Ya nos dirás si la recibes o no. NO CONTESTES POR E-MAIL, te llamaré por teléfono. Y ahora ... información de la salud del ordenador: 25 % de archivos perdidos pero la web sale del apuro con lo que queda, disquetera muerta, bisagra pantalla rota, pantalla OK, lector CD ROM funciona pero al meterlo roza algo (en principio aguanta), el sofisticado software de la grabadora de CD ROM ¡funciona! (un milagro), MS WORD operativo (podemos escribir), lo que usamos del Photoshop está operativo, puedo volcar las fotos digitales al disco duro del ordenador, el GPS también se puede volcar al disco duro. Estamos ... pero no tirados. Nos damos con un canto en los dientes después del cacharrazo que se metió. (…) ¿Y las comunicaciones vía satélite? Pues eso ... nos lo tendréis que confirmar vosotros cuando os llamemos para saber si recibís este e-mail. Un fuerte abrazo. Vicente y Marián."

Cuando enviamos los e-mails también entraron los de nuestro servidor. Parece ser que seguimos comunicados por satélite. Lo dicho en el e-mail: "Estamos, pero no tirados." Lo más irónico del caso es que ha sido una prueba de fuego para el ordenador Olivetti, que ha sobrevivido a un accidente tremendo, y no les podemos felicitar porque han cerrado su delegación en España. Que ironía.

También es evidente que el hardware ha quedado "tocado" y acabará manifestándose, que el software también tiene muchas partes afectadas, el disco duro tiene daños irreparables y el golpe ha sido tan tremendo que seguramente haya partes mecánicas deterioradas. ¡Pero sigue funcionando! ¡Y la web no se verá interrumpida! No obstante, necesitamos otro portátil y como nuestro patrocinador se ha ido del mercado de España, nos toca pagarlo de nuestro bolsillo, un importante descalabro para nuestra economía. Michel inicia los trámites de la búsqueda de un nuevo portátil y quizás nos lo pueda traer mi hermano, con el que queremos reunirnos en Nepal.

Cuando partimos de Ceuta, nos preparamos para lo peor, siempre temimos que en alguna aduana corrupta centroasiática nos intentase confiscar el ordenador y al final, lo que casi deja colgada la web es un camarero que montó mal una mesa. Los contratiempos que pueden surgir en una aventura son realmente inescrutables.

Estamos agotados, la vigilia y las decenas de horas de tensión nos ha dejado extenuados pero Goa está cerca. Los libros y los viajeros lo describen como un paraíso. Haremos un último esfuerzo para alcanzar la costa del mar de Arabia e intentaremos terminar el chequeo del portátil y copiar en CD ROM lo que todavía no tiene copia de seguridad. No podemos hacerlo aquí porque los cortes de luz son constantes y no se puede trabajar así con una grabadora. Goa está cerca, un último esfuerzo.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.