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Crónica 38,

India VIII - La costa de las especias

Ruta : Ruta de los Imperios | País : India

Bueno, por lo menos nos hemos repuesto de la paliza del calor - me dice Marián cuando enfilamos el morro del Montero por una carretera tremendamente inclinada y zigzagueante que baja hasta Coimbatore.

-Sí, la verdad es que hemos estado en la gloria estos tres días, no me extraña que los ingleses llamasen a Ooty el "refugio del sur". Como no existía el aire acondicionado - ¡pues ale, a las montañas! -le contesto riéndome.

-Bueno, pues en unas horas te volverá a faltar el aire para reírte con ganas. ¿Vamos a Cochín directamente o prefieres recorrer el lago Vembanad primero? -me pregunta.

-Yo iría a Cochín, me apetece un bañito cultural tras este baño de naturaleza en las colinas de Nilgiri.

La conversación prosigue, vamos decidiendo la ruta y los altos mientras los eucaliptos, los pinos y los arbustos de té van quedando atrás para ser reemplazados por los arrozales, árboles de mango, anacardos y los infinitos y omnipresentes cocoteros de la costa. El aire fresco de la montaña se ha mutado a una brisa húmeda pero- el mar de nuevo lo inunda todo con su majestuosa presencia. Mientras que los Ghats Occidentales, con sus enormes cerros y barrancos, con sus cumbres envueltas en niebla y con sus copiosas selvas tropicales protegían a Kerala de las invasiones del interior; el mar, por el contrario, fomentó la presencia de otros pueblos venidos de muy lejos.

Se ven las huellas de los pueblos tan dispares como los chinos, cuando los comerciantes de la corte de Kublai Khan aportaron un sistema de pesca de redes en voladizo que todavía pueden verse desplegadas en activo en las playas de Fort Cochín y en los backwaters. Durante la marea alta un mínimo cuatro hombres se emplean a fondo para poder ponerlas en funcionamiento mediante un sistema de contrapesos. Pero hoy las capturas han sido muy escasas a pesar del esfuerzo empleado en ellas y los puestos ambulantes de la orilla apenas tienen género que ofrecer.

Los portugueses, que acabaron con el monopolio de los árabes en el comercio de las especias, levantaron gran número de iglesias y viviendas que luego recibieron la impronta de holandeses e ingleses. Sus huellas no sólo quedaron en su historia también en las calles, en los apellidos y en los rostros de sus habitantes, que reflejan un pasado muy cosmopolita.

Son muchas las historias que Fort Cochín podría contar sobre su pasado desde las dinastías imperiales hindúes a la llegada de la presencia europea. Pero su capítulo más original es el que protagonizaron los judíos que hace muchos siglos arribaron a sus costas. Albergando una de las sinagogas y comunidades judías más antiguas del mundo, pues su pasado se remonta a la Diáspora. Cuando tras el fallido levantamiento contra la ocupación romana, los judíos huyeron de Palestina hace dos mil años y un grupo de ellos llegaron a estas costas indias.

El mar fue el hilo conductor de la llegada a tierra firme de nuevas costumbres, nuevas culturas, nuevas ideas, otras religiones- desde los lugares más dispares de la tierra. Cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, cuatro comunidades que el mar y el comercio reunieron en esta zona del mundo. Las circunstancias fueron diversas pero al fin y al cabo provocaron una atractiva mezcla de culturas que es lo que le aporta su originalidad. Situación que nos vuelve a recordar a nuestra lejana Ceuta, donde estas cuatro comunidades comparten una convivencia de larga tradición que dotan a la ciudad de una singularidad especial.

EL SABOR DE LA TRADICIÓN

Como no, de nuevo el agua nos proporciona una serena y relajante experiencia en esta zona del mundo que descubrimos por primera vez. Estamos mirando hacia el mar pero si nos damos media vuelta, tras nosotros - seguimos teniendo agua, son los "backwaters", un increíble mundo acuático que se despliega por todo un complejo rosario de lagos, lagunas encadenadas y una enrevesada madeja de canales y ríos laberínticos. El agua se enreda con la tierra como infinitas serpientes fluviales que se deslizan entre los cocoteros y bananeros, formando un pasillo teñido de esmeralda sobre estas aguas dormidas.

Pero será el lago Vembanad el que nos introduzca en este fascinante mundo de angostos y selváticos cauces. Los kettuvalam o barcazas han estado transportando por los lagos interiores de la costa de Kerala las cosechas de arroz, las especias y los frutos que les ha ido concediendo esta generosa y fértil tierra. Ahora algunas de estas barcazas, que recuerdan a los sampans de la China meridional, se han transformado en barcas viviendas y nos transportan por estás plácidas aguas. Mientras nos deslizamos por los canales descubrimos un universo que se mantiene en equilibrio entre las lenguas de tierra que se elevan sobre las aguas que le rodean. Allí, en esas estrechas franjas todo un ecosistema vive a sus anchas y los lugareños levantan sus chozas con ramas de palma y barro, crían sus animales de granja, pescan, cultivan y en las orillas se bañan, lavan la ropa, friegan sus utensilios...el tiempo parece haberse detenido hace mucho tiempo, una vida sencilla pero con las necesidades básicas cubiertas.

Aravind, uno de los marineros que pilota la barcaza, la detiene en una de las estrechas franjas. Otro marinero salta a tierra.

-¿Pero adónde va? -me pregunta Marián intrigada.

-Ni idea, está palpando las hojas de ese bananero.

-Mira, ya vuelve. Trae unas hojas en la mano. ¿Para qué las quiere, si eso no se come?

El marinero sube de un brinco y nos ve intrigados por su extraña acción. "Wait, wait" (espera, espera), nos dice mientras se mete en la caseta de la barcaza. Al poco nos llama, nos estaba preparando una comida típica de Kerala y las hojas de bananero... eran los platos. Todo muy ecológico, platos orgánicos de usar y tirar. A Marián le encanta cocinar y no puede evitar acercarse a la cocina y pedirle al cocinero que le enseñe como tritura el coco con el pedernal pulido que maneja tan hábilmente.

Realmente disfrutamos la comida, nos recomiendan comerla como los autóctonos -con las manos- ... pero el arroz (imprescindible en cualquier comida india) cuando se le añade la salsa te coloca en una situación un tanto engorrosa para tener que comerlo con las manos. El coco está presente en casi todos los platos. Con la verdura (la espinaca roja con coco "redspinach Toran"), el tomate al curry con leche de coco, el "mericoverti" (la ocra aquí conocida popularmente como "lady finger"), "aviel" (mezcla de verduras con pasta de coco) o con el postre con leche y zanahoria. Thomas ha estado triturando el coco hasta hacerlo puré. El pescado al curry que saboreamos, "perl spot", le ha sido arrebatado a las aguas sobre las que ahora navegamos. El pan, papadam, es una deliciosa y finísima torta frita de harina de lentejas y especias. No hay carne, el sur es la cuna del vegetarianismo. Y tras engullirnos una refrescante piña tropical, nos tomamos un tradicional té masala que nos permite seguir saboreando un pedazo de su historia culinaria. Comer en la India es una experiencia única de una variedad ilimitada pero hasta los platos más deliciosos pueden resultar una tortura cuando el cocinero es un fanático del picante y lo "asesina", lo que suele ocurrir en muchas ocasiones, afortunadamente no en esta.

Al caer la tarde los habitantes de los backwaters se conceden un descanso para observar como transcurre la vida por esas aguas que les dan la vida a ellos. Ahora los observados somos nosotros, que pasamos ante ellos mientras nos contemplan inalterables ya que en pocos minutos nos perderemos por otro de los brazos del dilatado lago sin que apenas hayan reparado en nosotros. En cambio nosotros, premeditados "voyeurs" del fascinante mundo que estamos recorriendo, no perdemos detalle de lo que acontece a nuestro alrededor. La brisa que nos proporciona la barcaza mientras avanza sofoca el calor y la humedad que invade esta zona en esta época del año.

Regresamos a tierra firme con el ocaso y observamos una actividad interesante en un pequeño escenario junto a un restaurante. Si los backwaters y la comida sureña nos ha permitido acercarnos a sus costumbres cotidianas, el "kathakali" nos permitirá introducirnos en un espectáculo con más de 500 años de antigüedad. Esta espectacular danza-teatro comenzó a escenificarse en los patios de los templos y los pueblos. En el momento que llegamos los bailarines de kathakali se encuentran maquillándose cuidadosamente. Emplean para ello elementos naturales. Con el aceite de coco mezclan los colores mientras que con el coco quemado se pintan de negro la zona alrededor de los ojos. Con la corteza de ciertos árboles hecha pulpa y teñida con frutas y especias se hacen las pelucas. Y se colocan flores de berenjena bajo los párpados para que el blanco de los ojos se les vuelva de color rojo oscuro. Algunos minerales pulverizados y la savia de algunos árboles le proporcionan el brillante efecto facial. ¡Extraordinario!

Y basándose en historias de sus libros sagrados como el Ramayana y el Mahabharata entran en escena acompañados por unos músicos y un cantante, perfectamente ataviados y maquillados. Su sola presencia es en sí todo un acontecimiento y cuando comienzan a desarrollar toda la amplia gama de gestos rituales y movimientos de las manos el espectáculo está servido. Mientras un locutor explica el simbolismo de las expresiones faciales que uno de los danzantes no para de gesticular.

EL AROMA DE LAS ESPECIAS

El zigzag en el que se ha convertido nuestra ruta por Karnataka y Kerala nos traslada de nuevo a la montaña. Y aunque perdamos de vista de nuevo al mar, la temperatura más benigna de Thekkady nos concede un respiro al pegajoso calor que hemos dejado unos cientos de metros más abajo. Los arbustos de té invaden con su capa de terciopelo verde las numerosas colinas que rodean nuestra marcha hacia la reserva natural de Periyar, justo al sur de Thekkady. Las especias se prodigan por sus colinas como regueros de pólvora... aromática, la reina del lugar es con diferencia el cardamomo. En este lugar tiene lugar el mercado más importante de compra-venta del cardamomo en la India, hasta tal punto, que la subasta semanal de los jueves marca el precio del cardamomo para el resto de este gigantesco país. Por él se llegan a pagar cantidades astronómicas (por un kilo del cardamomo de la mejor calidad se puede llegar a pagar hasta 4.000 pts -23 US$- el kilo,) y el jueves por la mañana se hallan en el almacén central... miles y miles de kilos. Eso en pesetas es ... es ... ¡muchísimo!

También aprovechamos las benignas temperaturas para redactar las crónicas (el cerebro trabaja mejor con fresquito) e ir contestando los e-mails que nos van llegando... y se van acumulando. Teníamos pendiente desde hace tiempo un e-mail del primer ceutí que se unió a la expedición ... virtualmente: nuestro apreciado Pepe Gutiérrez, que nos escribe muy regularmente dándonos noticias y para "charlar". Uno de los párrafos de su último e-mail nos llama la atención. Ah! se me olvidaba comentaros una cosa: Hay pequeños detalles que creo serían interesantes de saber como los solucionáis. Por ejemplo: el lavado de la ropa, la adquisición de algunos productos de primera necesidad, las posibles averías (¿las hay? nunca habláis de ellas, aunque sean pequeñas), los cambios obligatorios de aceites, filtros, etc. (¿donde lo conseguís?) y así un sinfín de pequeñas cosas que aunque a vosotros os parezcan una tontería, son tan importantes como otros.(por ejemplo: ¿Vicente, te cortastes el pelo en alguna ocasión? ¿donde? ¿como?. ¿Igual tiene razón y más de uno se pregunta por esos detalles? Pues le contestaremos en "abierto".

¿el lavado de la ropa?

A mano, hijo mío, a mano, así es la vida.

¿adquisición de algunos productos de primera necesidad? Solemos encontrar los productos de primera necesidad pero si no lo encontramos ... le quitamos el título de "primera necesidad" y lo rebautizamos como "para cuando lo encontremos"

¿las posibles averías (¿las hay? nunca habláis de ellas, aunque sean pequeñas)

Pues para nuestra vergüenza ... no tenemos ni idea de mecánica, lo cual es un orgullo para Mitsubishi porque puede presumir de que uno de sus Montero de serie está intentando dar la vuelta al mundo en manos de dos personas que no entienden nada de motores ni de sistemas eléctricos del automóvil ... ¡eso sí, sabemos de mantenimiento y la conducción 4x4 es nuestra especialidad, el coche es como nuestro "hijo"! Bueno, a fin de cuentas es como ser un buen padre sin tener ni idea de medicina.

¿Hay averías, aunque sean pequeñas?

Tocamos madera, nada de nada, varias decenas de miles de kilómetros ... y nada, ni un fusible.

¿los cambios obligatorios de aceites, filtros, etc., donde lo conseguís?

Esa es otra historia, es algo imprescindible y no podemos fiarnos de encontrar repuestos originales en cualquier lugar del mundo ¡y nosotros vamos a sitios raros y remotos! así que para evitar disgustos los llevamos con nosotros y vamos reponiendo los gastados cuando alguno de nuestros queridos amigos de fatigas que nos ayudan desde España vienen a visitarnos cada 5 ó 6 meses. Se están ganando el cielo. Con este sistema, hasta ahora no nos hemos visto en la necesidad de buscar ningún filtro de los usados, es lo único que hemos cambiado desde que salimos de España: filtro de aire (según etapas y tipo de pistas pero el snorkel que llevamos hace que llegue muchísimo menos polvo a la admisión de aire y duren más), filtro de aceite (cada 7.000-8.000 kilómetros) y filtro de gas oíl (cada 15.000 ó 20.000 km, este lo cambiamos antes de lo que marca la casa Mitsubishi porque tendríais que ver las gasolineras donde tenemos que repostar, tienen que tener en el gas oíl hasta vida orgánica). Los cambios los hacemos en garajes normalitos (es muy sencillo) pero lo supervisamos todo para que no nos hagan ninguna pirula.

¿Vicente, te cortastes el pelo en alguna ocasión? ¿donde? ¿como?.

¿Qué pelo? ¿Te has fijado bien en las fotos donde aparezco? Bueno, los cuatro pelos que me quedan ... pertenecen plenamente a la jurisdicción de Marián y tiene poderes plenipotenciarios sobre ellos (hasta les ha puesto nombre a cada uno de ellos). Contestando a tus preguntas ...

¿ te cortastes el pelo en alguna ocasión? Sí, lo hizo Marián. ¿donde? Normalmente en una acampada, al aire libre, no sea que las enormes cantidades de pelambrera que caen cortadas obstaculicen alguna carretera. ¿como? Pues con las tijeras de cortar el celo, no sea que melle las buenas.

Pero el trabajo con el ordenador, los e-mails de los amigos (conocidos o desconocidos, pero que se van uniendo a nosotros por Internet), las especias que nos rodean y nos envuelven con sus fragancias dejan paso en el día de hoy a otros personajes que se mueven por estos dominios. Periyar es un santuario natural de elefantes, búfalos y de unos reservados tigres y leopardos que no se dejan ver con la frecuencia que todos desearíamos. Otros muchos animales como jabalíes, ardillas voladoras, ciervos, osos pueblan su amplia superficie. A las orillas del lago que estamos recorriendo en barco tenemos la suerte de ver varias de estas especies que se acercan a beber: algunos corpulentos elefantes, todo tipo de cérvidos, una inquieta familia de jabalíes y descomunales búfalos.

Por entre las aguas, como tentáculos inesperados, se yerguen los troncos de árboles secos sobre los que se posan algunos cormoranes con las alas desplegadas. Unos pequeños kingfisher, con su intenso color azulón, rompen el gris del cielo que hemos tenido casi todo el día. Los negros nubarrones que planean sobre nuestras cabezas no presagian nada bueno y aunque se les escapan algunos gruesos goterones nos conceden una tregua hasta que alcanzamos tierra firme. Mientras nos trasladamos a buen resguardo hacia nuestro refugio, las nubes comienzan a descargar sus impacientes aguas en una fuerte tormenta crepuscular. Los monzones se nos echan encima, debemos emigrar hacia el norte. ¡Ya!

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.