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Crónica 62,

Laos I - Espíritus nómadas

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Laos

El Carnet de Passage con sus tapas amarillas va por delante, estamos un poco nerviosos por si nos dicen que el Carnet de Passage no vale, como nos ocurrió en Moc Bai en la frontera con Camboya. Una cosa es no dejarte entrar pero otra cosa mucho más grave es no dejarte salir.

-Sellan la salida del vehículo en esta oficina, ¿verdad? -le digo al funcionario de aduanas al otro lado del cristal mientras le enseño el Carnet de Passage.

-Sí, es aquí. ¿Me enseñan sus pasaportes? -nos responde con naturalidad cogiendo el Carnet. Respiramos tranquilos, lo conoce y no nos da la impresión que vayan a pedir más papeles de importación, reales o ficticios.

-Vaya, el visado está a punto de expirar. Salen justitos. ¿Les ha gustado Vietnam?

-Sí, tienen ustedes un país realmente bonito. Por eso hemos apurado el visado -le digo sonriendo.

-Bien, esperen ahí cinco minutos que voy al despacho del oficial para rellenarlo y sellarlo.

Los nervios están más tranquilos, parece que todo va sobre ruedas. Regresa al cabo de siete minutos con todo en orden. Así de fácil, ¡qué bien! Compruebo que los sellos estén en sus lugares correctos para no tener problemas al devolverlo en España. Todo correcto, impecable y realmente rápido. "Gracias", le digo al funcionario. "De nada. Pasen ahora a inmigración para que sellen los pasaportes. Buen viaje", nos contesta muy amablemente.

Los policías de inmigración eran más distantes y fríos, ni miran a los ojos. Todo palabras secas: "Passport!" y les damos los pasaportes; "Inmigration card!" y le damos el impreso de salida ya rellenado. "Two dollars!" y ... ¿dos dólares?

-¿Dos dólares? -le pregunto con cara de extrañeza al policía.

-Tasa por el sellado del pasaporte -nos contesta tan ufano. Una trola como cualquier otra para sacar dinerillo extra. Es mentira pero no se le puede decir eso a la cara. Por muy pequeña que sea la "propina" que se autoadjudican no vamos a entrar en el tedioso juego de la corrupción. Ceder es aceptarla y aceptarla es alentarla. Hay que intentar complicarles el cobro sin que "pierdan la cara", que lo vean tan complicado (o tan poco claro) que ellos mismos renuncien a el.

-¿Tasa? ¿Qué tasa? Si solo hay que sellar como hacen en todas las aduanas. Seguimos hablando en inglés pero como hablan solo las palabras que nos han mencionado ... no se enteran de nada. Siguen pidiendo y seguimos hablando y gesticulando hasta que después de un largo rato se miran entre sí y nos devuelven los pasaportes sin soltar un duro. Siempre igual hasta el último minuto.

Ya está, estamos fuera de Vietnam. Una nueva frontera en nuestro dilatado peregrinar. Un nuevo sello en el pasaporte ... un pasaporte al que le queda poca vida. Es el segundo que usamos durante la ruta y tan solo le quedan ya dos páginas libres, lo justo para llegar a Australia. Allí nos tendremos que hacer el tercero.

"Sabaidi" Laos. Hola Laos. Henos aquí de nuevo. La frontera laosiana está en obras. Los edificios todavía operativos parecen haber sufrido un terremoto pero los nuevos ...casi concluidos- tienen un aspecto que presagia una bonita aduana. Sorteamos los escombros y tras soplar el polvo de la ventanilla rellenamos los impresos y nos sellan los pasaportes.

El asfalto es irregular pero podemos considerar esta carretera como "buena" para ser Laos, nada que ver con la pesadilla de Savannakhet a Lao Bao. También el paisaje es muy distinto al que nos encontramos más al sur hace poco más de un mes, ya no tiene ese aspecto seco y ajado. Ahora nos rodea una profusa vegetación que cubre los abultados montes calcáreos que nos envuelven mientras avanzamos hacia la capital. Los puentes se suceden para sortear los diversos afluentes que alimentan al Mekong, la gran reina de todas las aguas del sudeste asiático. Los poblados son simples y sencillos, asentamientos de casitas de madera en estructura de palafito. Los animales corretean a sus anchas, la gente se protege en la sombra del castigo del sol. ¡El agobiante calor se ha vuelto a unir a la Ruta de los Imperios! En Vietnam tuvimos ese "fresquito" que tanto nos gusta pero ya en Laos ... la bofetada de calor se nota desde la primera parada que hacemos para comer en un chiringuito lo único que tiene: la "noodle soup", la tan expandida sopa de una especie de fideos enredados muy largos.

BUDAS MUTANTES

La carretera es bonita, relajante y rápida. La estrechísima nacional 8 desemboca en la ancha nacional 13, su impecable cinta de asfalto nos dirige sin demora hasta Vientiane. Resulta cuanto menos curioso que la entrada terrestre más importante que tiene Laos, a través del celebrado Puente de la Amistad desde Tailandia, finalmente no vamos a cruzarla, volveremos a salir navegando por el Mekong con nuestra montura. La verdad es que nos encanta hacerlo así, ...el componente romántico es insuperable.

El puente de 1.174 metros fue inaugurado con increíbles fastos en 1.994, financiado por los australianos permite superar en un tiempo ínfimo el obstáculo de las vigorosas aguas del Mekong, un "muro" para las relaciones y la circulación entre Laos y Tailandia. Pero nuestro nómada itinerario nos ha conducido por otros caminos para acceder y abandonar el país. A pesar de ello nos vamos a aproximar a él porque unos pocos kilómetros antes de entrar a Vientiane, muy cerca del Puente de la Amistad, se halla un singular emplazamiento: el "Parque del Buda".

Este curioso lugar, con algún que otro siniestro componente, es como un parque de atracciones de cemento donde algunas de las figuras que en él se levantan adoptan formas extrañas, realmente extrañas. En algunos momentos parece que trasladaron a este lugar los mutantes que nos describía H.G. Wells en su novela "La Isla del Doctor Moreau": una multicabeza de Buda de la que parten tentáculos, tocados de calaveras, dioses de 10 brazos, animales fantásticos, etc. Un edificio en forma de gran calabaza permite su entrada a través de la boca de un demonio con afilados dientes para descubrir en sus entrañas -alumbrados por una lúgubre luz- nuevas estatuas de dioses cuyas siniestras sombras se adueñan de las paredes interiores.

En el año 1.958, el venerable gran padre Luang Pu, en un intento de fundir lo mejor del budismo e hinduismo combinó la iconografía de ambas religiones en este inusitado enclave.

Allí mismo, y bajo la mirada del gran Buda tumbado, unimos de nuevo las piezas del teléfono satélite Inmarsat Ibérica y hacemos una breve llamada. Comunicamos que no hemos tenido ningún problema con la salida del vehículo de Vietnam, una espada de Damocles que pendió sobre nosotros toda nuestra estancia en Vietnam porque no sabíamos exactamente la situación legal de nuestro todo terreno. Las leyes "veletas" que tiene ese país crean gran inseguridad y son una fuente de problemas, pueden hasta aplicarlas con efectos retroactivos ... ignorando los convenios internacionales. Pero ya terminó todo, en Laos se respeta el Carnet de Passage y todo está en orden.

LA CÚPULA DORADA

La bienvenida a Vientiane nos la da un enorme arco de triunfo, una mole impresionante de cemento que parece recién terminada y en espera de ser rematada y pintada. Craso error. Lleva en pie y con ese aspecto desde 1969. Se ejecutó con parte del cemento que los americanos habían destinado a un aeropuerto que finalmente no llegó a construirse.

Vientiane no es una ciudad de grandes avenidas y espectaculares edificios. La capital es una pequeña ciudad ...por no llamarla pueblo- donde el tráfico ha dejado de aporrear el claxon y transcurre tranquilo. La estruendosa Vietnam ya quedó muy atrás. La gente también ha cambiado totalmente su actitud, es extremadamente relajada, sonriente, nada de prisas ni agobios, nada de ventas agresivas, nada de intentar convencerte de algo. Nadie hace aspavientos y gesticulaciones para que entres en su local, te sientas a comer o beber donde te apetece, curioseas en el comercio que eliges sin que se abalancen sobre ti para intentar venderte algo que detestas. Realmente la atmósfera se ha transformado para mejor y la calma y el respeto hacen gala de ello, vas a tu aire. Hacía tiempo que no veíamos tanta paz y tranquilidad, nos encanta.

Vientiane fue proclamada capital de Laos bajo el protectorado francés (finales del s.XIX y comienzos del S.XX) y los comunistas la respetaron como tal cuando llegaron al poder. Pero no solo los franceses estuvieron en el territorio laosiano, los birmanos, siameses, vietnamitas y khemeres le han arrebatado sucesivamente a lo largo de los siglos la independencia, hasta que en 1.953 fue proclamada la plena soberanía del país.

Si bien es cierto que los edificios coloniales salpican la ciudad son realmente los vat (templos) los que acaparan la atención. El templo más antiguo de la ciudad es el templo Si Saket, construido en 1.818 bajo el reinado del rey Anouvong. La invasión siamesa de 1.828 lo respetó sin dañarlo, una suerte que no compartieron el resto de los vats ... que fueron arrasados sin piedad. Y no sólo ostenta la mayor antigüedad en la ciudad sino que en su interior cuenta con el mayor número de imágenes de Budas que nunca antes hemos visto. Sus paredes están repletas de pequeños nichos donde se alojan las diminutas imágenes, reforzando su presencia figuras de mayor envergadura a lo largo de los pasillos del patio principal. Un pequeño cartel indica que hay más de 10.500 figuras en el honorable santuario. En el templo central las paredes están recubiertas por pinturas murales sobre la vida del vetusto líder budista que tantas imágenes le veneran en este bello recinto amurallado.

Al otro lado de la calle se asienta el Templo Real, que desgraciadamente sí fue arrasado por las tropas siamesas durante la invasión. Resurgió de sus escombros entre 1936-1942 cuando los arquitectos, siguiendo los planos originales, volvieron a recomponer su figura. Sorteamos un jardinero con andar lento y gestos sosegados que emprende la tarea del cuidado del jardín. Nos unimos a unos jóvenes monjes muy risueños que se han parado a contemplar los bocetos del cuadro que un bohemio viajero japonés realiza del templo.

Cambiamos de templo, en el de In Paeng las pinturas sobre la vida de Buda de nuevo cobran vida sobre las fachadas exteriores. Un monje lee absorto un libro. Otros conversan y se gastan bromas bajo la sombra de un árbol. Da gusto respirar tanta calma y alegría en cada uno de los templos que visitamos. Llegamos a la estupa de Pha That Luam, al monumento nacional más importante de Laos. La gran cúpula dorada de la legendaria estupa completa los 49 metros de altura. Su visión produjo un impacto de fascinación al holandés Gerrit van Wuystoff cuando fue enviado por la compañía holandesa de la Indias Orientales en 1.641 a Vientiane. Las hojas de oro que recubrían la gran estupa brillaban rabiosamente bajo los rayos del sol. Oro que voló durante los saqueos que, entre los siglos XVIII y XIX, sufrieron por parte de las fuerzas invasoras birmanas y siamesas. La devoradora selva se adueñó de los profanados recintos. Pero fueron los franceses los que se encargaron de su reconstrucción durante la colonización en los años 30.

CRUCE DE DESTINOS

-Sois españoles, ¿verdad? -suena una voz en perfecto español a nuestro lado mientras estábamos esperando que nuestro GPS se posicionase.

-Sí -le contestamos atónitos. Una sorpresa mayúscula dado el escaso número de españoles que nos hemos encontrado durante la ruta.

La conversación con Nacho va de sorpresa en sorpresa. No sólo porque ya nos conociese "virtualmente" por la web desde antes de emprender su particular aventura sino porque también estaba dando la vuelta al mundo pero en sentido inverso. Tres españoles dando la vuelta al mundo y ... nos encontramos en Laos, este pequeño y remoto país, qué asombroso es el destino. Estuvimos hablando durante horas. Tres espíritus nómadas errantes por el mundo con tantas cosas en común. Un periodista ha visto nuestro todo terreno repleto de pegatinas y su curiosidad le lleva a intervenir en nuestra animada charla. Le contamos la historia completa de la Ruta de los Imperios y del viaje de Nacho ... hasta que nos encontramos por casualidad nada menos que en Viantiane. Le encantó este capricho del destino en la capital de su país y acabamos en la portada del periódico "El Renovateur" de Vientiane unos días después.

Y en Laos parece que todo son bienaventuranzas. A Nacho le viene a ver su novia Teresa desde España para estar con él dos semanas. Nosotros, también gracias a ese "faro" que sigue siendo el Mitsubishi Montero con matrícula española y repleto de pegatinas, conocemos a Dominique y Jean Luc. Una encantadora pareja francesa que viven en Vientiane y que cuando vieron el Montero nos localizaron para conocernos e invitarnos a una cena en su casa. Casa que se convirtió en nuestro hogar los días que nos quedaban en Vientiane cuando supieron que no teníamos "domicilio fijo". A ambos les encanta España, hablan español estupendamente y, todo hay que decirlo, Dominique tiene sangre española de su abuela paterna, una valenciana casada con un corso. Eso sin contar que sus padres han elegido España como "domicilio" para su jubilación así que sus visitas a nuestro país son constantes. Fueron días muy confortables con un montón de charlas juntos y hasta acabamos preparando un almuerzo muy español a base de gazpacho, paella y tortilla de patatas donde no podía faltar Nacho. Realmente pasamos unas veladas inolvidables en un lugar que nunca hubiésemos pensado encontrar tanta sangre y sabor español. ¡En Laos! ¡Quién lo iba a pensar!

ATRAPADOS POR LA JUNGLA

El norte nos llama, hemos de partir. Nos despedimos de todos aquellos a los que hemos conocido en Vientiane no sin cierta pena. Al periodista del Renovateur y a un monje budista franco-laosiano seguramente no les volvamos a ver, a los encantadores Dominique y Jean Luc pueden pasar años hasta que coincidamos en España en una de sus visitas. Tan solo a Nacho le volveremos a ver en breve, cuando llegue Teresa subirán a Luang Prabang y todo indica que será cuando estemos nosotros allí. Las despedidas es lo único malo de la vida nómada... ¡no todo iba a ser bueno! Lo mejor... los amigos que se hacen en el camino. Tan solo una vida nómada permite conocer gente tan estupenda y dispar. Tenemos grabado a fuego uno de los párrafos más bonitos que nos han escrito por e-mail, nos lo envió una de las personas más significativas que hemos conocido durante la ruta, dos meses después de habernos despedido:"Mucho ánimo, pensar que a medida que avanzáis vais cogiendo retazos de corazones, como el retazo del mío que ahora lleváis colgando del Montero, lo bueno que tienen esos retazos de corazones es que en vez de hacer de lastre son como alas que os hacen volar y ser más grandes. Esos trocitos de corazones de tanta gente llenan de sentido el viaje al fondo de vuestras almas que yo sé que es el objetivo último de vuestro viaje alrededor del mundo." Recibir algo así... emociona y da sentido a muchas cosas. Es cierto, el nomadismo son muchos adioses... pero mejor decir adiós a un amigo hecho en el camino que no haberle llegado a conocer. Y es misión de cada uno mantener viva esa amistad para posteriores encuentros.

Los pensamientos se mueven rápidos por la cabeza, nuestras ruedas giran rápidas sobre un asfalto impecable, tenemos una cita en la jungla. Esta carretera une la capital con Luang Prabang, hoy se la supone una ruta tranquila pero hace unos pocos años era muy peligrosa. Durante la década de los ochenta era intransitable pero hasta 1.995 estuvo muy desaconsejado circular por ella. La guerrilla anticomunista hmong atacaba constantemente a los que transitaban por ella ...con varias decenas de muertos al año- para cortar el país en dos. Hace tres años, en 1.998, el gobierno consiguió que estos grupos rebeldes se retirasen hacia las montañas del noroeste, donde tienen actualmente sus bases. No hay datos fiables porque el gobierno es totalmente hermético respecto al tema de la guerrilla hmong pero la versión oficial es que la carretera es segura y desde hace tres años se circula con normalidad. Tan solo el tiempo les dará la razón o se la quitará.

Ante la aparente normalidad decidimos emprender nuestro camino con varios altos por su sinuoso contorno. Vang Sang es el primer objetivo. Se trata de un pequeño poblado para el cual hay que desviarse por una pista estrecha de intensa tierra roja. Lo cruzamos y seguimos más allá... hasta encontrarnos con una gigantesca grieta que nos impide continuar por este camino. Unos niños nos hacen señales para que retrocedamos un kilómetro y tomemos una pequeña pista que cruza una granja. Se supone que apareceremos al otro lado de la grieta.

Seguimos por esa nueva pista, una cancela con barrotes de caña nos intercepta de nuevo el paso pero las apartamos y las volvemos a encajar en su sitio. Seguimos avanzando varios kilómetros más hasta que la pista se corta definitivamente por rocas y vegetación en una pronunciada curva. Hay que seguir a pie. Nada más sortear la curva casi nos damos de bruces con pequeñas figuras de Buda esculpidas en las rocas, estamos en buen camino. Seguimos el sendero y por fin llegamos a nuestra ansiada meta. Allí estaban los dos grandes Budas sentados, petrificados en la pared rocosa, atrapados por la jungla intensa que nos rodea. Decenas de mariposas revolotean a nuestro alrededor, posándose irreverentemente en cualquier parte de los cuerpos de las imperturbables efigies, en sus ojos, en la nariz, en el pecho...

Miden tan solo cuatro metros de altura pero al verlos allí, con esos rostros apacibles, emergiendo de la pared rocosa, me viene el recuerdo de los Budas afganos de Bamiyan, salvajemente aniquilados por unos "iluminados" que se autoproclaman mensajeros de Dios y que en nombre del Islam lo mismo destruyen patrimonios de la humanidad que ...mucho más grave- sumen en el sufrimiento y la desesperación a su propio pueblo.

A los pies de las estatuas... flores, trozos de sandía, dulces, arroz; son las ofrendas de los fieles, ya invadidas por hormigas e insectos. La jungla pulula vida en diminutas e infinitas formas y su insaciable voracidad no perdona ni el sustento de los ídolos. Escuchamos un chasquido que proviene de la corriente de agua que abre una brecha entre la espesa vegetación. Son las redes que un pescador ha lanzado para intentar atrapar alguna pieza entre las turbias aguas marrones. Un poco más allá, unos chiquillos se zambullen estrepitosamente saltando desde las altas rocas y le espantan las posibles capturas. No se desespera, tranquilamente se va desplazando con gestos apacibles entre las aguas y se aleja para intentarlo en otro recodo.

CUANDO EL RÍO SUENA

Aunque Laos no tiene salida al mar, el Mekong ...además de ser frontera natural con Birmania, Tailandia y Camboya- tiene la función de autopista de agua durante los más de dos mil kilómetros que recorre por su territorio. Son muchos los afluentes que peregrinan por el país para verter sus aguas a él y en Vang Vieng nos espera uno de ellos: el Nam Song.

El pequeño pueblo de Vang Vieng casi parece tener más mochileros occidentales moviéndose por sus calles que habitantes laosianos. El motivo es su atractivo entorno, de nuevo dominado por los altos picos calizos repletos de grutas. Pero hay un obstáculo para poder acceder a este bello paraje y hay que "mojarse". El río Nam Song divide al pueblo en dos y la zona que nos interesa está justo en la otra orilla. La única opción en la época de lluvias es hacerlo en barca. Durante la época seca unos residentes emprendedores construyen cada año algunos pequeños y frágiles puentes con cañas, bambú trenzado y maderas. Ponen unas tarifas para amortizar su trabajo: mil kip por persona (25 pts.=0,15 US$), otros mil si se pasa con una bicicleta y dos mil si se pasa con una moto. Y si alguien no quiere o no puede pagar el peaje... no le queda más remedio que cruzar el río a patita, con agua hasta la cintura (tan solo durante la época seca se pude cruzar a pie). El puente (y el negocio) durará hasta la primera crecida del río... que se llevará por delante la endeble pasarela, regresando la única opción de cruzarlo en barca.

¿Y los coches? Pues no hay nada pensado para ellos, no hay coches al otro lado porque el nivel suele ser alto y aunque esté bajo una crecida intempestiva les puede dejar aislados al otro lado. Los que sí que lo cruzan son una especie tractores que hace las veces de "autobús" lento de corta distancia, llevando a los pasajeros en el remolque que arrastra. Vemos por donde lo cruzan ellos y observamos por donde están las piedras grandes que logran detenerles e incluso atascarles, teniendo a veces que bajar los pasajeros para meterse en el agua y arrimar el hombro para desatascarlo. (¿Les harán descuento en el billete si hay que empaparse para liberar el tractorcillo?).

Tras media hora de observar esos curiosos artefactos de dos ruedas tirando remolques ya tenemos claro por donde hay que pasar, el río es muy ancho pero no cubre demasiado, el único inconveniente es una pequeña fosa de unos sesenta centímetros. Nada para asustarse... si no se atascan las ruedas, claro. Pero el firme pedregoso parece bueno y ya hemos localizado las piedras infranqueables para no ir por allí. En segunda reductora y con tranquilidad vamos avanzando hasta llegar al otro lado sin problemas.

El camino vuelve a verse cortado poco después por otro tamo del río pero esta vez fue de escasa envergadura. El polvo de la pista se va pegando en el aún húmedo metal de la carrocería. Las mujeres con canastas a las espaldas se dirigen a sus poblados tras recoger el arroz. Aparecen algunos poblados habitados por hmongs, una de las tribus que componen el mosaico étnico del país. Como siempre, pueblos muy humildes pero llenos de algarabía infantil que alcanza su mayor ebullición cuando toca ducha en la única fuente que suministra agua al pueblo. Gallinas y patos aprovechan para darse un traguito escapando rápidamente de las tropelías de los más pequeños.

Las grutas siempre son un regalo de aire fresco cuando penetrábamos en su interior, hay decenas de ellas, las rocas calcáreas son propicias a fantásticas cavidades repletas de espectaculares formaciones con estalactitas, estalagmitas y un sin fin de pasillos, recovecos y esculturas naturales. Las gotas de agua fría que caen de los techos de las cavernas son un regalo que sustituyen a los goterones de sudor que en el exterior hemos segregado por el exasperante bochorno. Los lugareños piensan que todas ellas están habitadas por algún espíritu, a falta de sentir la presencia de los genios de la naturaleza podemos comprobar que están habitadas por imágenes de Buda. En el territorio laosiano las creencias animistas y la religión budista conviven en paralelo y sus gentes entremezclan unos ritos con otros. La naturaleza tiene su propia alma, sus propios espíritus y los ancestros habitan por ella: los árboles, las rocas, las cuevas, ...

El atardecer hace acto de presencia y regresamos al río Nam Song para cruzarlo pero... ¡menuda sorpresa! El caudal había crecido desmesuradamente a lo largo del día, no dábamos crédito a esos cuarenta centímetros extras de nivel. Y podía seguir creciendo así que tampoco era plan de demorar el cruce porque nos podíamos quedar atrapados en esa orilla. Vemos que los tractorcillos se las ven y se las desean para cruzar mientras los pasajeros que van en el remolque levantan los pies para no mojarse.

No hay tiempo para pensar ni calcular, de nuevo engrano la reductora, meto primera, inmediatamente segunda y ¡al agua! El snorkel (una toma elevada para la entrada de aire en la admisión y que es la especie de tubo-chimenea que llevamos instalada en el lado derecho del capó) mantendría a salvo el motor hasta una altura superior al metro y medio; por ese lado no hay que preocuparse porque el nivel es -¡afortunadamente!- inferior. Tan solo hay que estar todo el rato con el motor algo revolucionado para que no entre agua por el tubo de escape y rezar para no quedarnos atascados. Cruzo por el mismo sitio que esta mañana porque tenía buena pinta pero esta vez sí que noto la fuerza de la corriente que me desplaza el todo terreno hacia el frágil puente. También noto como las piedras del fondo se mueven muchísimo más que esta mañana y... me quedo atascado, las cuatro ruedas motrices derrapan sin avanzar. Un acelerón para ver si las ruedas pueden limpiar el fondo hasta un nivel donde sí que puedan agarrar las ruedas y... ¡funciona! Se vuelve a mover. Un poco más allá otra vez ocurre lo mismo, idéntica estrategia y volvemos a ponernos de nuevo en marcha. Uno no gana para sustos. El agua llega hasta el mismísimo borde de las ventanillas y cuando por fin llego a la otra ribera... ¡menudo alivio! El snorkel que instalamos como precaución adicional... ha tenido su "bautizo de agua", salvándonos de no quedar atrapados entre unas montañas sin salida y un río en crecida.

Busco una rampa y subo medio coche en ella, dejándolo inclinado totalmente a la izquierda para abrir inmediatamente las dos puertas de ese lado y vaciar todo el agua que ha entrado antes de que se meta por todos los rincones. Tras la primera caída en cascada vamos secando todo el interior, una operación vital cuando hace este tremendo calor. La elevada temperatura provocaría la evaporación de todo el agua acumulada en el interior del todo terreno, creando un vapor húmedo durante días. Una humedad que penetraría en aparatos de fotos, vídeos y todo el material electrónico que llevamos dentro, no es una broma.

Con el deber cumplido y para reponernos de la gran sudada, nos refrescamos en el río y nos echamos en la orilla para disfrutar de la brisa vespertina y deleitarnos con la puesta de sol. El sol ríela sobre las aguas cristalinas del Nam Song retozando con las barcas y con las chicas que eligen este momento del día para darse un buen baño o empleándose a fondo en el lavado de sus sarongs (faldas-pareo). Los pescadores recogen sus redes y amarran sus pequeñas piraguas en la orilla. Pero el encanto es roto cuando se introducen en el agua algunas pick-up y motos, sus dueños se disponen a lavarlos. Las aguas del río están abiertas para todos y cada uno hace uso de ellas según sus necesidades.

El río Nam Song se convierte en el lugar de cita inexcusable a la caída del sol y con su desvanecimiento todos comenzamos a dispersarnos. Unos trozos de banana frita sirvieron de aperitivo a los trozos de pollo a la brasa y noodles fritos con verdura que nos tomamos para cenar.

Una mañana soleada iniciamos el ascenso hacia Luang Prabang, la segunda ciudad más importante del país. Sus sinuosas curvas a medida que ascendemos detienen el termómetro que hizo un amago de subir bruscamente cuando abandonábamos la ciudad. Con las ventanillas abiertas recibimos el aire fresco de los 1.200 metros de altura que hemos alcanzado pero desgraciadamente no duró mucho, en las cercanías de Luang Prabang hemos de volver a cerrar las ventanas y encender el aire acondicionado.

Un cubazo de agua en pleno parabrisas nos ciega momentáneamente nada más entrar en Luang Prabang, los limpiaparabrisas nos devuelven la visión pero un nuevo cubo de agua nos cae en el capó. ¡Menos mal que vamos con las ventanillas cerradas fue lo primero que pensé! ¿Acaso no hemos tenido ya nuestra ración de agua cruzando el Nam Song? "¡¡Sabaidi Pimai!!", oímos entre el sorprendente chaparrón que nos ha caído encima en un segundo. ¿Qué es esto?

Resto de crónicas de la ruta

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.