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Crónica 53,

Pakistán VI - La senda esmeralda

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Pakistán

Gilgit, por tercera vez nos hallamos en la casa de este viejo tahúr, nos sentamos en la mesa listos para una nueva partida del "Gran Juego" que supone el Himalaya. Shandur acaba de poner una ficha en la mesa: "Doble seis". ¡Doble seis por fín!

"It is open" -"está abierto"-, esas fueron las palabras exactas que nos dijo el guía. ¡Está abierto, el paso Shandur está abierto! Sonó a gloria. Estas palabras simbolizan el doble seis de este particular dominó. Es la primera vez que el Shandur nos admite en la partida de Gilgit y abre el juego para nosotros. Ahora es nuestro turno, hemos de ser cautos, "Él" juega a ganar y a nuestro movimiento le seguirá uno suyo; una ficha cada uno y por turnos alternativos sucesivamente. Así tendremos que ir construyendo nuestro itinerario, así iniciamos una nueva partida por la cordillera más alta del mundo. Lo malo del dominó himalayo es que no se ponen las fichas horizontalmente sino verticalmente, cualquier movimiento provocaría que todas las fichas se desmoronen y se acabe la partida. Nosotros no moveremos el tablero ... ¿lo moverá "Él"?

Estamos en el PTDC de Skardu, hemos ido directos a esta oficina de información del gobierno nada más llegar de Khapulu tras un día de conducción ininterrumpida. Nada de buscar donde comer o dormir esta noche, lo primero es lo primero: saber si el paso Shandur a 3.734 metros está abierto. ¡Y lo estaba!, así nos lo confirmó uno de los guías del PTDC. Los músculos se relajan y los rasgos de la cara se suavizan, igual lo conseguíamos en este tercer intento. Ahora sí que podíamos centrarnos en los "pequeños detalles" de comer y dormir.

Nos instalamos en el Ibex Lodge, el dueño nos reconoce y al igual que el pasado noviembre, nos permite dormir en el parquing. Nos encantan los reencuentros, charlamos con él de todo lo acaecido durante ese año y nos enseña las pegatinas de la Ruta de los Imperios que pusimos en sus ventanas, ¡ahí siguen! El hotelito tiene un restaurante con deliciosas especialidades afganas. Pedimos té, chapati afgano, pinchitos de cordero a la brasa y "kabuli pulao", el plato afgano que es la estrella del menú: arroz frito con carne estofada, zanahorias, cebolla en tiritas y pasas. El té lo traen enseguida pero mientras esperamos la comida -el local esta lleno de clientes- encendemos el ordenador porque queríamos leer qué escribimos exactamente en la crónica 27, cuando en esta misma mesa nos vimos ante la imposibilidad de ir a Chilas por el paso Shandur. Lo leemos a la vez:

"Desde Gilgit intentamos llegar a Chitral por la ruta del paso de Shandur, a 3.810 metros. Este camino se trata de una pista que sigue el río Gilgit hacia el oeste a través del espectacular Hindu Kush, son 450 kilómetros que requieren un mínimo de tres días. Tan solo es usada por los locales, no hay mantenimiento, y cuando llegan las nieves ... el puerto de Shandur queda cerrado hasta el verano siguiente. El paso está a 300 km. de Gilgit y hay que estar muy seguros de que está abierto antes de partir porque se tarda dos días en llegar, casi todo el rato bordeando precipicios. ¡Cómo para encontrárselo cerrado y tener que regresar por el mismo camino! Eso sin contar con que puede haber una avalancha tras nosotros y quedarnos atrapados. No es ninguna broma quedarse atrapado ahí, el frío nos podría "despachar" porque el termómetro baja a una velocidad de vértigo día a día. Preguntamos a conductores y comerciantes que suelen hacer esta ruta, la respuesta es unánime: el paso ya está cerrado por las nieves y es infranqueable. Es un callejón sin salida.

Nos hacía especial ilusión llegar al valle de Chitral, se le describe como otro paraíso himalayo y es el hogar de los kalash, un pueblo animista que sigue practicando sus ritos ancestrales. Fue también uno de los valles "sacrificados" en el 92 (no se puede ir a todos los sitios) y nos habíamos propuesto alcanzarlo esta vez pero ... no puede ser. Ahí se queda esa espinita y ahí nace la ineludible pregunta: "¿Volveremos algún día a esta zona para alcanzar el valle de Chitral?". Quizás pronto, quizás tarde, ... quizás nunca. El destino es un libro con sus páginas en blanco y algunas páginas las escribimos nosotros mismos y otras "nos las escriben".

-Quién lo iba a pensar, ¿verdad? Aquí estamos otra vez, en esta ocasión ha ganado el "pronto" frente al "tarde" o al fatídico "jamás" -le digo a Marián con evidente alegría.

-Pues sí. Con un poco de suerte, estas páginas que el destino dejó en blanco ... las escribiremos nosotros mismos ... ahora. Como hemos hecho con Kaghan y Deosai. Me resulta increíble haber tenido la posibilidad de regresar a estos lugares.

-Mira, pusimos el paso Shandur con 3.810 metros de altura. -le comento tras darme cuenta de que ahora hablamos de 3.734 metros. Pero no, no se trataba de un error, en realidad hay un buen baile de números respecto a las alturas himalayas. El libro que teníamos ponía al Shandur a esa altura pero en casa de Víctor -como buen montañero- había muchos buenos libros sobre el Himalaya y decidimos comprobar todos los datos de alturas antes de partir al norte. Tres de los cinco libros donde hablaban del Shandur lo situaban a 3.734 metros así que optamos por aceptar finalmente ese número.

Un sonriente camarero se presenta con lo encargado. Le hacemos un hueco en la mesa y cerramos la sesión retro de la crónica 27. El aroma de lo traído nos despierta un apetito incontrolado y el estómago toma el control de nuestros actos. En un santiamén el ordenador está recogido en su bolsa y nosotros comiendo los sabrosos pequeños trozos de cordero ensartados en la brocheta. Fue una cena deliciosa y una noche relajada, sin preocupaciones.

EL GRAN JUEGO

Gilgit es una ciudad-bazar, el punto vital de las comunicaciones y comercio de las zonas del norte desde hace muchos siglos. Especialmente adquirió relevancia por su estratégica posición durante la época del "Gran Juego", nombre que se acuñó para designar la rivalidad del Imperios Británico y el Imperio Ruso zarista durante el siglo pasado por hacerse con el control de Asia Central, tan codiciada por entonces. Amén de los propios gobernantes autóctonos como los sijs y el Rajá Dogra de Jammu. Los británicos consiguieron vencer a los sijs y prometieron al rajá gobernar en toda Cachemira si aceptaba el "Imperio", el rajá aceptó. Era la primera vez desde el siglo XI que Gilgit era gobernada por un no musulmán y se erigió como la frontera donde los grandes imperios se disputaban a pulso sus futuros dominios.

La palabra "Gran Juego" se oyó por primera vez hacia 1830 pero fue en 1870 cuando se comenzó a utilizar con más frecuencia. Tras medio siglo adormecidas, las tensiones se agudizaron en la zona y las piezas del tablero comenzaron a moverse y dictar sus propias leyes. Además, por aquel entonces, el popular descubrimiento de juegos como el cricket, el fútbol y el tenis desembocó en una corriente que condujo a calificar cualquier actividad de masas en un "juego". Pero fue realmente en la novela de Rudyar Kipling, "Kim" (1901), cuando se disparó el uso de tal denominación.

Desde aquella época muchas batallas y rivalidades se han desarrollado en la zona y no es nada desechable tener en cuenta que aún hoy en día siguen produciéndose disputas en Gilgit. En esta ocasión no se trata de imperios, el "honor" corresponde a las sectas islámicas preponderantes que habitan en la ciudad. Los sunitas y los shiítas han provocado desde 1988 varias muertes en sus violentas confrontaciones. Los ismaelitas (con los que ya tuvimos contacto en los valles de Hunza y Khapulu) tratan de mantenerse al margen pero su moderación y pacifismo a veces no es suficiente y algún "mulá" de la zona la emprende contra ellos. Su tolerante Islam les hace llevar una vida con más permisividades y sin las obsesiones de los conservadores. Algo "intolerable" para los integristas, siempre deseosos de conversiones al radicalismo ... por las buenas o por las malas.

La historia de Gilgit a través de los siglos hiela las venas cuando se trata de luchas y conquistas pero fascina cuando nos centramos en las narraciones de los valientes aventureros que lo exploraron o cuando nos centramos en su historia como encrucijada caravanera himalaya, vemos maravillados lo que implica el gran Buda esculpido en su pared rocosa o pensamos en la ramificación de Ruta de la Seda que seguía el río Indo y hacía etapa en Gilgit. La naturaleza que le rodea es impresionante y la gran variedad étnica de sus gentes nos cautiva en cada visita. Al igual que pasa en Kashgar o en Peshawar, es de los lugares donde nos podríamos pasar días viendo pasar la gente delante de nosotros.

Pero la seducción de Gilgit se para en su historia y sus gentes porque cuando miramos la ciudad no encontramos ni un solo atractivo. La belleza de la ciudad es nula, podríamos hasta ir más lejos, causa rechazo visual desde el primer momento, realmente repele. Si bien el interior de los pequeños cubículos donde los comerciantes exponen su mercancía tienen un componente de exotismo que nos embelesa, cuando miramos el conjunto no vemos más que un gigantesco bazar caótico de cemento, cables, postes y chapas de metal. Las tiendas, horrorosos cubos de materiales modernos, se suceden sin cesar y los medios de transporte públicos se desplazan ruidosamente para acaparar clientes y llegar en una carrera desquiciada lo antes posible a su destino. Pitidos, frenazos, acelerones y gritos se aderezan con humos de vehículos y con pequeñas nubes blancas que parten de las decenas de chiringuitos callejeros que chamuscan pollos y pinchitos en las brasas. Un caos que es innato a todas las ciudades o pueblos pakistaníes.

Pero el "está abierto" de ayer, ese maravilloso "doble seis", nos permite avanzar ficha para huir de la confusión y el ruido y comenzar a deslizarnos por la pista que nos llevará al mítico paso de Shandur. No es uno de los más altos, "sólo" está a 3.734 metros, pero los personajes que lo han cruzado y sus especiales circunstancias lo hacen esencialmente significativo.

El más famoso de ellos fue el coronel británico James Kelly en 1895. La guarnición inglesa de Chitral había sido atacada y los supervivientes se habían atrincherado en su fuerte. Tenían escasas posibilidades de resistir mucho tiempo y todo indicaba que las tropas asaltantes las pasarían a cuchillo en cuanto venciesen. El desastre de Khartun (Sudán) estaba todavía muy reciente, cuando los refuerzos que tenía que recibir el mayor Gordon llegaron dos días tarde y se encontraron la ciudad repleta de cadáveres. Ni un superviviente: ni locales, ni británicos, ni el propio mayor Gordon. Nadie. La prensa británica puso el grito en el cielo porque las tropas llegaron tarde por falta de determinación y rapidez en las decisiones del gobierno. Los británicos no querían en Chitral un segundo "Khartun" pero no había tropas en las inmediaciones. Tan solo el coronel Kelly se encontraba en la zona de Gilgit pero sus tropas no eran de "combate". Con el paso de Lowari (al sur de Chitral) cortado no había otra opción, tan solo su unidad podía ir al recate de sus compatriotas ... pero por una vía que los militares todavía no habían utilizado nunca: el paso Shandur. Corría finales de marzo y con un regimiento formado por soldados hindúes y musulmanes al mando del teniente Cosmo Stewart y una batería montañesa de Cachemira se lanzaron a la aventura de intentar alcanzar Chitral.

Al llegar al Shandur, seguramente Kelly utilizaría adjetivos no muy halagüeños para Lockhart, el primer occidental que cruzó el paso. El "Gran Juego" exigía exploraciones de todas las montañas para su Sociedad Geográfica y para ... encontrar los pasos susceptibles de ser utilizados para invasiones y ataques sorpresas por lugares insospechados. Lockhart era uno de esos exploradores solitarios, uno de los que sobrevivió y cuyo informe llegó al Alto Mando. En su dosier afirmó que era un camino que se podía recorrer incluso en invierno sin demasiadas dificultades. Y allí estaba Kelly y sus tropas indígenas, a finales de marzo, mirando el paso cortado por las nieves y con un frío que ya había causado bajas por congelación. Pero no se rindieron, avanzaron abriendo un pasillo en la nieve, bordeando precipicios, resbalando en cada paso, cargando a hombros provisiones, compañeros imposibilitados, fusiles, cajas de municiones y ... hasta los dos cañones imprescindibles para levantar el sitio de Chitral. La narración de su paso por el Shandur es espeluznante. Pero lo consiguieron, los dos oficiales y sus valientes y estoicos hombres superaron el paso. Las tropas asaltantes se vieron sorprendidas de ser atacadas desde un lugar que "no era posible". Los dos cañones decidieron rápidamente el curso de la batalla. Todo el Imperio se regocijó del salvamento de los sitiados de Chitral. El coronel Kelly fue condecorado pero se le rindieron los honores "justos", al igual que a sus hombres. Kelly no era de cuna noble y sus tropas eran indígenas, ninguno de esos factores entusiasmó al Imperio Británico, que se centró más en la acción que en los verdaderos protagonistas. Con el tiempo la historia pondría las cosas en su sitio.

ANTIGUAS RUTAS,

NUEVOS SIGLOS

Pero nuestro "Gran Juego" nada tiene que ver con el enfrentamiento entre Imperios y las guerras, es una partida de jugadas precisas para lograr avanzar por parajes insólitos, muchos de ellos olvidados ... o ignorados. Nos toca poner ficha a nosotros y avanzamos.

Hasta el paso Shandur vamos a serpentear al ritmo que marca el río Gilgit. Su impresionante color esmeralda es lo que más vivamente recuerdo de los cientos de kilómetros por una zona donde los tonos ocres y pardos dominan el paisaje. Hasta Gupis el avance es un paseo, nada de precipicios ni rocas que apartar, es una pista bien mantenida y seguramente abierta todo el año puesto que hasta Gupis no llegamos a superar los 2.100 metros de altitud. Seguimos la senda esmeralda que ha desgarrado las ciclópeas montañas de roca. Son muchos los pueblos que encontramos por el camino, sus campos cultivados salpican las orillas y sus terrazas escalonan las colinas bajas. Ahora ya muestran la señal de la recogida de los frutos que tan generosamente les ha brindado la tierra y con los cuales se mantendrán todo el invierno: maíz, frutas, y cereales. Sus gentes llevan generaciones ubicadas en las orillas del fértil río, de cuando sus ancestros, los pastores nómadas, decidieron establecerse en tan prolífico valle.

Tras Gupis el paisaje se torna más agresivo y la pista aumenta en dificultad pero no hay motivo de preocupación, ni siquiera engranamos el 4x4. Las piedras testimonian actividades nómadas y cazadoras en los abundantes petroglifos desparramados entre Gupis y Phandur. Petroglifos grabados en las rocas manifiestan las costumbres de los pastores trashumantes, probablemente de la primera era cristiana, revelando una gran similitud con los encontrados en la región de Pamir. La ruta Gilgit-Chitral no se puede decir que esté exenta de referencias históricas y geográficas de extraordinario calibre y tan reveladoras.

Una de las noches más destacadas que pasamos durante esta ruta fue la noche que pernoctamos junto al Lago Khalti. Con sus aguas esmeraldas y situado al pie de un gigantesco muro de roca parecía esconderse del mundo y cuando llegamos a su vera fue como si compartiese su refugio secreto con nosotros. Esta vez hemos encontrado entre las arcaicas montañas himalayas un residuo geológico recién nacido -nació hace menos de 20 años- que nos brinda sus aledaños para disfrutar de una cena con trucha de sus aguas y con arroz de los campos que inunda. La temperatura es fría pero la disfrutamos. Un fugaz aguacero nos sorprende pero esta lluvia sirve para limpiar el polvo y las nubes del cielo, que vuelve a resplandecer con una intensidad y fulgor inusitado.

Más adelante, la vida estalla en el valle de Phandur, veinticinco kilómetros de fertilidad sin límite ... para acto seguido volver a desaparecer del mismo modo que apareció. La naturaleza salvaje toma el poder: pistas empinadas, picos nevados al alcance de la mano, torrentes, paredes de roca desmenuzándose, ... La ascensión era dura y tuvimos que engranar la reductora pero no la encontramos especialmente dificultosa. Nada que ver con los espectaculares peligros y dificultades que nos habían descrito, quizás tras la experiencia del Babusar y los espeluznantes puentes de la semana pasada, ya nada es como antes. Quizás el rasero de "situación peligrosa" ha subido considerablemente.

La llegada al paso de Shandur transcurre tranquila, sin grandes alardes ni ostentación. Era el cuarto paso de alta montaña que alcanzamos en esta nueva etapa ...pero el primero que no nos recibe con una ventisca de nieve y viento. Tan solo una suave brisa y unas pocas nubes blancas sobre el cielo azul.

El paso Shandur no es el clásico puerto de montaña, nos encontramos un altiplano con unos tranquilos lagos rodeados de pasto del que daban buena cuenta una manada de recelosos yaks. El altímetro del GPS nos señala 3.745 metros, que con los márgenes de error aleatorio que introduce el ejército estadounidense (dueños del sistema y que no quieren dar la exactitud total para evitar un uso militar extranjero) podríamos decir que los 3.734 metros de altitud que nos dieron los libros de Víctor podrían ser los reales.

Pero no estábamos solos, un grupo de jinetes irrumpen en ese momento al galope. Superada la mutua sorpresa de encontrarnos en ese lugar y tras saludarnos recíprocamente, nos explican que se trata de un reunión de militares británicos de vacaciones que recorrían nuestra misma ruta pero a caballo. La sorpresa mayor fue cuando uno de ellos se acerca a nosotros gritando "Viva España" y una señora con acento andaluz nos saluda con alegría. Hay cosas que uno se cree hasta que no le queda más remedio que rendirse a la evidencia. Se trata de Milagros, una andaluza casada con uno de los oficiales. Rememoran la heroica hazaña que sus compatriotas, Kelly y Stewart, realizaron hace más de un siglo. Siguieron su camino mientras nosotros nos permitíamos un largo alto en tan histórico y famoso paso.

La verdad es que el lugar no nos impresionó al entrar en él, lo vimos normal , por eso decidimos trepar hasta la cima de una de sus colinas y tener una visión panorámica del altiplano. ¡Ahí sí!, desde arriba era un espectáculo, se veían los tres lagos, los yaks paseando por sus orillas, las cumbres del otro lado, ... y un lugar perfecto para que el corazón y la respiración recuperasen su pulso normal. Tras el esfuerzo estábamos que no podíamos ni articular palabra. ¡Pero como pueden jugar al polo a esta altura! ¿Jugar al polo? Sí, es cierto, se juega al polo. El paso guarda una peculiar instalación con récord mundial: el campo de polo más alto de la tierra. Desde 1.936 se celebra anualmente un campeonato que reúne la elite de la sociedad y del polo pakistaní. Los equipos de Gilgit y Chitral se enfrentan cada año en un excitante partido de una dureza sin igual en la que ponen toda la carne en el asador. Hombres y caballos dando lo más de sí a una altura de más de 3.700 metros, todo un desafío.

Ahora todo está tranquilo, solitario. Ni el viento se atreve a respirar, como si se hubiese congelado la imagen aguardando el comienzo de la próxima temporada de polo, el deporte himalayo por excelencia, que de nuevo despertará las más apasionadas e impetuosas emociones. Ahora los únicos espectadores del campo de polo más alto del mundo son las montañas, leales centinelas de tan venerado terreno deportivo.

LOS ÚLTIMOS REYES

Y tras el paso Shandur el paisaje se hace más y más hermoso. Poco después que el control policial del puerto tomará nota de nuestro paso comenzamos a descender colgados de la ladera de la montaña por una pista abrupta y yerma que culminaba en un valle frondoso, en Sor Laspur. Desde aquí seguimos el río Laspur hasta la villa de Mastuj. Este impresionante oasis de montaña alberga un viejo fuerte, todavía habitado por el coronel Khushwaqt ul-Milk, hijo de Shuja ul-Mulk, el mehtar de Chitral. Un viejo militar octogenario que todavía conserva un dinamismo increíble que pudimos comprobar cuando nos saludó personalmente y estrechamos la mano a un capítulo de la historia que se cierra. Cuantas historias habrá contado repetidamente a sus hijos y nietos sobre un época ya pasada que vivió en persona y que el resto tan solo podemos leer en los libros: la del último mehtar, el último rey de Chitral.

El emplazamiento del fuerte es en sí mismo una fortaleza natural, la orografía eleva sus vastas y altas murallas de piedra y roca sobre el río. La erosión del agua y el viento han herido sus paredes de ladrillo con marcas indelebles que evidencian el transcurso del tiempo del mismo modo que lo vimos en el arrugado rostro del viejo coronel. Nuestra última noche por la emblemática ruta nos confundían en sueños las historias pasadas con nuestra propia historia personal.

El siguiente pueblo tras recorrer el aluvión fluvial del Mastuj fue Buni, donde la carretera asfaltada por fin hizo acto de presencia hasta conducirnos a Chitral. De nuevo las estrechas calles de tiendas apretadas las unas contra las otras se abrían paso a empujones. Chitral adquirió una gran importancia como encrucijada en la ruta comercial entre Afganistán y China, pero no ha crecido de una forma tan evidente como Gilgit.

De nuevo una naturaleza que quita el habla. De nuevo el despropósito y la horrenda arquitectura de cemento, cables colgando y metal en este pequeño burgo. Tan solo se salvan dos edificios históricos: la mezquita Shahi y el fuerte. La mezquita es una exquisita obra arquitectónica de estilo mogol cuyo emplazamiento, vistas y hermoso diseño hace que merezca la pena un pequeño alto en Chitral. Junto a la mezquita Shahi, el viejo fuerte que, aunque mantiene dependencias en activo por los descendientes de la familia real, está en su mayor parte abandonado y en estado tremendamente ruinoso. Una minúscula puerta de la parte abandonada nos agasaja cuando al empujarla suavemente gira sobre sus oxidados goznes y nos permite colarnos donde se supone que no se puede entrar. Vemos el interior, no nos extraña que no esté abierto al público, todo parece a punto de desmoronarse y reviste un serio peligro para los que se atrevan a pasearse cerca de sus paredes o dentro de sus dependencias. Ni tras la peor de las batallas el fuerte podría presentar peor aspecto, dentro de poco ya no hará falta una restauración sino una reconstrucción.

Pero sus muros rezuman historia, siempre historias de batallas cruentas de unas tribus contra otras, unos reinos contra otros, unos hijos contra otros o todos juntos contra el Imperio. Se decía que quién poseía este fuerte tenía el poder del reino. Los británicos no hicieron oídos sordos a tal enunciamiento y el mayor George Robertson, ante la falta de acuerdos entre los 16 hijos del mehtar recién fallecido para ocupar el poder, se hizo con el control del fuerte. Su acción le acarreó a Robertson serios disgustos: el asedio por parte la familia real que pronto olvidaron sus diferencias para unirse al enemigo común. Este asedio fue lo que obligó al coronel Kelly en 1895 a cruzar el puerto de Shandur para salvar a sus compatriotas, sorprendiendo al bando real. El resto de las fuerzas de rescate llegaron desde Malakand y Dir, culminando con éxito la toma de Chitral. Los británicos finalmente asignaron a un hermano del mehtar muerto, Shuja ul-Mulk (un niño de 14 años), como nuevo soberano aliado a su bando, el padre del viejo coronel de Mastuj.

Pero nuestra parada en Chitral perseguía otra todavía más anhelada intención. Tras obtener el permiso pertinente en la oficina del Superintendente de Policía ya estábamos listos para adentrarnos en nuestra última etapa pendiente en el Himalaya, unos valles que nos fascinaron desde la primera vez que leímos sobre ellos en 1.991. Tres nombres mágicos: Rumbur, Bumburet y Birir. Unas remotas grietas entre Pakistán y Afganistán donde un pueblo se refugia del mundo exterior. Una raza exótica con insólitos ritos. Tres mil personas que comparten un origen misterioso. Si todo sale bien ... pronto os podremos presentar a los kalash.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.