x
post 1488x702

Crónica 57,

Tailandia - Siam

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Tailandia

-¿Sabes lo que significa "Siam"? -le pregunto a Vicente mientras nos disponemos a cruzar una nueva frontera, la número 21 de la Ruta de los Imperios.

-Ni idea, pero desde siempre me ha sonado a lugar mágico, exótico y lejano, como Samarkanda, Estambul, Katmandú, Sahara, ...

-Lo es sin duda y etimológicamente "siam" significa "libre". También significa dorado, moreno, bronceado pero los tailandeses prefieren acogerse al significado de "libre".

Acabamos de entrar en "el reino de los libres", en la antigua Siam, la actual Tailandia. Y además, el paso de la frontera nos ha "liberado" tan rápida y eficazmente que apenas nos hemos enterado.

-Enhorabuena, por las cosas bien hechas. Da gusto con fronteras así -me dice Vicente satisfecho.

Es fin de semana, no encontramos ni un solo banco ni oficina de cambio abiertas. Pero estamos repletos de comida, agua y con la casa incorporada... podremos sobrevivir sin dinero tai todo el fin de semana sin problemas. Los motoristas ya prescinden del casco y la conducción se ha "asilvestrado" un poco respecto a Malasia pero no se circula mal aunque se nota que Malasia está un paso por delante en modernidad y desarrollo. Un nuevo diluvio nos alcanza cuando apenas hemos recorrido 10 kilómetros ... y ya no para de llover hasta casi la media noche. Menuda paliza de monzones que nos estamos "bebiendo" en el sudeste asiático. ¡Y siempre con un calor tremendo! No queremos ni imaginarnos cómo serán los monzones de verano.

En la ruta hacia Trang, las numerosas cascadas que rocían la zona con su vitalidad desbordante sólo son posibles alcanzarlas tras aparcar nuestra montura y resguardarnos bajo nuestro paraguas mientras avanzamos por estrechos caminos. No sé si cae más agua de los rápidos caudales o del propio cielo. La película húmeda que se extiende por la tierra, los árboles y nuestros cuerpos es mortificante. Debemos avanzar con cuidado porque el suelo resbala y las raíces de los frondosos árboles son una maraña con la que uno puede enredarse fácilmente. A pesar de la lluvia que cae diariamente, las cascadas no arrastran demasiada agua. El ruido que provoca la fauna de la jungla, compuesta básicamente por miles de insectos, es ensordecedora ... para volverse locos ... pero no se les ve. Tengo que hablar a Vicente a gritos. Se les oye al lado, encima, debajo, rodeándonos ... pero no se les ve, nunca se les ve ... a pesar de la intensidad abrumadora de su zumbido es imposible divisarlos, tan solo se sienten. La vegetación es tan densa que a pesar de estar en plena naturaleza genera una sensación claustrofóbica entremezclada con síntomas de sentirse perseguido. De vez en cuando alguna mariposa revolotea pero desaparece entre la tupida vegetación esquivando las gotas de agua. La mariposa da un toque romántico pero al resto de los insectos ... prefiero no verlos, seguro que hay tal variedad que algunos estarán todavía sin clasificar.

LOS DIENTES DEL MAR

Después de más de 200 kilómetros recorridos poco ha cambiado el cielo que planea sobre nuestras cabezas. Pero Krabi nos hace olvidar la pavorosa meteorología cuando llegamos al mar. Sus islotes emergen como colmillos de infinitas formas mientras un grupo de mujeres con agua hasta la cintura y sombreros cónicos pescan con cañas. ¡Qué espectáculo! No llueve, nos sentamos en la playa bajo las palmeras. Las mujeres arrojan las cañas una y otra vez, cuando capturan una pieza la sueltan del anzuelo y la meten en la canasta de mimbre que cuelga del hombro. Los dientes del mar, desbordantes de vegetación, rompen el horizonte por mil lugares. De entre todos los "dientes", el islote de Phi-Phi ahora goza de gran popularidad desde que Di Caprio grabase la película "The beach" (La playa). Las barcazas en la playa no paran de llenarse de turistas y mochileros que se dirigen a diversas islas tropicales: Ko Phi-Phi, Ko Phi-Phi Don, Ko Phi-Phi Leh, Ko Jam, Ko Si Boya o Ko Lanta para bucear, escalar, remar en canoa, pescar o simplemente tomar el sol.

Pero parece que hemos cogido una mala racha y aunque se supone que ahora es la mejor estación, las tormentas que fustigan diariamente la zona desde hace varios días han deslucido un poco el precioso y espectacular lugar donde nos encontramos. Los barcos no sólo salen para llevar y traer viajeros, también existe una flotilla que se dedica a la pesca. Los chiringuitos no paran de freír o asar calamares, pescados, cangrejos o gambas. Un paraíso para los amantes de los frutos del mar, las palmeras, el mar transparente y los días tranquilos sobre la blanca arena. Así es Krabi y su homóloga en belleza al otro lado de la gran bahía: la isla de Phuket. También el camino a este segundo Eden tiene su islote "cinematográfico" puesto que en Ko Phin Kan se grabó parte de la película de James Bond "El hombre de la pistola de oro" (Era el paradisíaco refugio y centro de operaciones del "supervillano"). Ahora también se la conoce por la isla de "James Bond", cosas de Hollywood.

Pero la película del agente 007 era realmente una alusión al pasado de estos islotes puesto que donde ahora languidecen los turistas en un paisaje de ensueño ... antaño eran nidos de piratas. Como un reino de Taifas, cada flotilla tenía su propia "patria" independiente, donde se refugiaban tranquilamente para regocijarse contando el botín obtenido de los saqueos. Auténticas "Islas del tesoro".

ECOS DE . . . TURQUÍA

Hemos terminado la visita al monasterio budista de Tham Seua -también conocido como el monasterio de la Cueva del Tigre-, cerca de Krabi. El edificio moderno que han construido es un esperpento incalificable pero su interior es una delicia, totalmente excavado en la roca se halla repleto de pinturas murales, estatuas de Budas y todo tipo de iconografía. Los fieles desfilan sin cesar, el incienso inunda con su fragancia el aire que respiramos y los cánticos y rezos de los monjes invaden la gran cavidad.

A su lado hay una "olla" natural, encajada entre muros calcáreos y casi asfixiada por la jungla. Es otro refugio monástico, repleto de cuevas con frescos y estatuas al que se accede por una escalinata que los monjes han labrado en la roca. La jungla nos envuelve de nuevo, nos detenemos ante las gigantescas raíces de un árbol que los monjes afirman que tiene mil años. Oímos a nuestras espaldas un saludo en inglés, íbamos a conocer a Ursula y Michael.

-¿Sois los del Mitsubishi español que está aparcado en el monasterio? -nos pregunta Ursula tras los respectivos saludos.

-Sí, es el nuestro.

-Nosotros también hemos venido en todo terreno, lo hemos aparcado al lado del vuestro. ¿No seréis los españoles de internet que están dando la vuelta al mundo durante varios años?

Ya eso nos dejó sin habla, ¿de qué nos conocían? De nuevo el destino teje un nudo más en su imprevisible red de acontecimientos imprevistos. Esta pareja de alemanes partió de su tierra el verano del 2.000, cruzaron Turquía e Irán para llegar a Omán, donde permanecieron un largo tiempo. Allí se embarcaron para Malasia y ahora acaban de entrar en Tailandia. Pero ... cuando estaban recorriendo Turquía, se encontraron con una pareja de españoles que también viajaban por dicho país en otro todo terreno. Esos españoles les hablaron de una expedición española que estaba dando la vuelta al mundo. "Una pareja Ceuta a bordo de un Mitsubishi Montero que durante los dos o tres años que durase la ruta iban transmitiendo por internet todo su avance e información", les dijeron. Les añaden que ellos van imprimiendo y archivando todas las crónicas a medida que salen. ¿Quiénes serían? Nadie nos ha escrito hablándonos de su viaje en 4x4 por Turquía. Ese encuentro ocurrió en septiembre del 2000. Y ahora, cinco meses después, Ursula y Michael nos encuentran en el sur de Tailandia. Menuda sorpresa se llevaron al comprobar que éramos nosotros y menuda sorpresa nos llevamos nosotros cuando nos contaban que nos conocían de "oídas".

Durante un largo rato, a la sombra del milenario árbol, hablamos sobre nuestros respectivos viajes y peripecias. Ellos son cámaras y montadores de TV free-lance que van haciendo documentales sobre proyectos alemanes de ayuda al desarrollo en Asia. Y ahora nos conocemos en este singular entorno. Quedamos en vernos esa noche, cenamos juntos y acampamos junto a ellos. Seguimos charlando sobre los planes a corto plazo de nuestras rutas.

El ritmo y los objetivos son diferentes pero el camino es similar así que durante la cena nos intercambiamos los e-mails para permanecer en contacto y poder quedar en otros lugares, como ocurrió en Phet Buri y Ayuthaya. Desde Kathmandu no nos encontrábamos con otros "overlanders" y la sorpresa ha sido mutua, pudiendo intercambiar miles de anécdotas, impresiones e información sobre lo que ambas parejas hemos vivido hasta ahora.

Otro deseo es volvernos a encontrar con Marjolaine y David, una pareja francesa que también viajan por esta zona del mundo en todo terreno, somos cuatro gatos y la verdad es que creemos que nos conocemos ya todos. A ellos les conocimos en el camping de Delhi (India) y tuvimos la suerte de volvernos a encontrar por azar en Pokhara (Nepal), cuando mi hermano Rafa estuvo con nosotros y tuvo la oportunidad de conocerles. Los galos se encuentran en Laos en estos momentos y albergamos la secreta esperanza de volvernos a reencontrar. Todo depende de la ruta que sigamos a partir de ahora. No sabemos todavía si seguir hacia el norte de Tailandia, Laos, Vietnam y Camboya o si empezar por la antigua Kampuchea y realizar el itinerario a la inversa. En los próximos días decidiremos.

MURMULLOS DEL MAR

El avance prosigue, siempre con el mar a nuestra vera pero ahora vamos a cambiar las aguas del mar de Andaman de la costa oeste por el golfo de Tailandia en la costa este. El panorama meteorológico se transforma radicalmente al saltar de una costa a otra. El cielo se limpia y las lluvias desaparecen por completo a partir de ahora. ¡Qué alivio! Un agujero en la colina de la ciudad de Prachuap Khiri Khan nos retiene en esta pequeña ciudad, nos llama la atención y nos acercamos más y más. La montaña del arco posee un curioso templo budista en la cima y a través del túnel natural en la roca se ve el cielo.

Seguimos la línea de la playa y acabamos en un cercano y pequeño pueblecito de pescadores. Miramos el mar, también las aguas del golfo de Tailandia tienen "dientes" y el panorama del horizonte roto por islotes calcáreos repletos de vegetación se vuelve a repetir en este lugar. Un restaurante familiar al borde de la bahía nos permite contemplar como el sol baña sus últimos rayos mientras las barcazas de los pescadores se dejan acariciar por la sinuosa marea de un día que se desvanece. Poco después, los faros de los barcos son las únicas luces que destellan sobre las aguas formando un firmamento flotante sobre el mar. Saboreamos para la cena una de las especialidades de la zona: arroz frito con gambas y cangrejo. La brisa marina nos refresca del caluroso día que ha transcurrido y mientras Vicente vuelca al ordenador y clasifica las fotos digitales de los últimos días me dedico a estudiar la próxima etapa.

Al lado de la playa, un apacible monasterio budista parece el lugar idóneo donde levantar nuestra tienda sobre el techo del todo terreno. El monje que vela por la noche nos da la bienvenida y nos indica el lugar más tranquilo. La melodía de una canción tai se confunde con el murmullo de la olas. Nos sumimos en un profundo sueño entre las enormes figuras de Buda.

Si Prachuap Khiri Khan nos hace mirar al horizonte, Phetchaburi nos hace mirar al cielo. Las puntiagudas agujas de los chédis (torres) de los wats (templos budistas) se disgregan por toda la ciudad. Nos sentimos en un bosque de piedra donde las diversas épocas de la historia han dejado su impronta en los muros de sus santos lugares. Uno tras otros vamos visitándolos y en todos sus santuarios los monjes de azafrán y cabeza afeitada deambulan siempre con gestos amables y sonrisas en sus rostros que se confunden con los rostros dorados y absortos de sus budas.

Los restos del palacio real en lo alto de la colina de Khao Wang, donde los monos campan a sus anchas, nos ofrece una vista de la ciudad y con su imagen nos alejamos por la carretera hacia un nuevo destino. En los chiringuitos populares que encontramos por el camino nos aprovisionamos de pinchitos tostados a la brasa macerados en una salsa agridulce que los hace simplemente deliciosos. Un nuevo complejo monacal budistas nos vuelve abrigar por esta noche en nuestro camino hacia el mercado flotante de Damnoen Saduak.

EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI

Frutas, verduras, carne, pescado, sombreros o mini-restaurantes ... todo flota en Damnoen Saduak. Su intensa vida comercial se desarrolla en sus canales repletos de barcas que los hacen vibrar de actividad. Hay momentos que el agua es imposible divisarla de la cantidad de canoas que se acumulan en los estrechos canales vendiendo casi de todo. Un paseante camina por los muelles, hace una seña y una cocinera flotante le preparará rápidamente unos noodles fritos, en salsa o unos trozos de pollo en menos que canta el gallo. Los gorros cónicos de cumbre plana cubren las cabezas de las vendedoras. Una mujer pide a otra barquera que le acerque un durián para ver si la cotizada fruta está en su punto. Un turista examina un sombrero de vivos colores mientras hace equilibrios con un pie en el bote para señalar otro que desea ver y que no para de moverse por el balanceo. La venta terminada, algunas vendedoras hunden diestramente los remos en las turbias aguas y reinician su itinerante deambular.

Unas aguas dan paso a otras aguas, de los estrechos canales a un caudaloso río. Se oye un persistente silbido, una locomotora arrastra infinitos vagones, las ruedas chirrían fuertemente, el suelo vibra y llega ante el puente que se yergue delante de nosotros. Todo parece banal y rutinario, hasta el puente metálico tiene una estructura como muchas otras, pero cuando entra en el puente de gigantescas vigas de acero parece detenerse. No es así, sigue avanzando pero muy lento, para dar tiempo a las decenas y decenas de turistas que caminan sobre sus vías a dejar libre el paso. Demasiada gente paseando por las vías; no, no es un puente como otros, es un retazo de historia, de una historia de guerras y muertes. El poderoso caudal de agua que avanza imparable entre los pilares es el río Kwai, el tren está cruzando el mítico puente sobre el río Kwai, inmortalizado por la película que protagonizaron Alec Guinnes y William Holden. ¿Quién no ha silbado alguna vez la famosa melodía de la película? La novela de Pierre Bouelle llevada a la gran pantalla lo hizo mundialmente famoso al tiempo que daba a conocer otra de esas tristes páginas que los humanos vergonzosamente hemos escrito -y seguimos escribiendo sin cesar- a lo largo de nuestra larga existencia.

La novela y la película son épicas pero su historia es muy triste y costó la vida a muchos trabajadores y prisioneros de guerra asiáticos y europeos durante la segunda guerra mundial, cuando los japoneses invadieron el Sudeste Asiático y cometieron auténticas masacres para imponer su presencia y dominio. La línea de ferrocarril que construyeron los japoneses para unir Bangkok con la costa Birmana costó más de 90.000 vidas. De 200.000 trabajadores asiáticos, 80.000 dejaron su vida en esas vías. También 30.000 prisioneros de guerra ingleses trabajaron en su construcción, 6.500 no sobrevivieron. De los 18.000 prisioneros holandeses, 2.900 jamás volvieron. De los 13.000 prisioneros australianos utilizados para esta obra, 2.700 acabaron aquí su existencia. Más los prisioneros americanos, coreanos, ... Pasear entre las lápidas de los cementerios de guerra de Kanchanaburi es terrible. Pienso con rabia contenida sobre las guerras que han sesgado tantos futuros. Pienso en lo definitivo que es el nacer en un tiempo o en otro. En un lugar u otro. Pienso en lo afortunados que somos por no haber vivido el horror de una contienda, realmente afortunados. Confiemos que nuestra generación y las futuras sepan aprovechar el regalo de la paz y de la vida ... y que se vaya contagiando al resto del mundo.

Vemos las lápidas con las fechas de nacimiento y muerte de los que encontraron el fin de sus días en esta lenta agonía ferroviaria, muchos de ellos tan solo unos muchachos que rondaban la veintena. Algunas de ellas tienen una flor reciente posada sobre ellas, probablemente dejada por alguno de los cientos de visitantes que diariamente visitan este puente y su cementerio, quizás algún compatriota, quizás un familiar, quizás el propio hijo que ha vuelto al lugar donde su padre dejó la vida en la maldita guerra en la que le tocó participar. Otras lápidas son anónimas y han cincelado simplemente: "Soldado aliado de la guerra 1939-1945. Conocido por Dios". Un triste legado.

El objetivo del puente era asegurar una ruta alternativa para la conquista japonesa de Birmania y otros países del Oeste. Los ingenieros nipones calcularon que la línea férrea tardaría en construirse cinco años para unir Tailandia y Birmania por vía férrea pero el ejército nipón obligó a los prisioneros a completar los 415 kilómetros en 16 meses. Finalmente el puente sólo se utilizó durante 20 meses antes que los aliados lo volaran en 1945, siendo reconstruido cuando la guerra por fin acabó.

Ahora japoneses, ingleses, holandeses, americanos, australianos y estos dos españoles que relatan el pasado y el presente de estos legendarios lugares cruzamos sin cesar de un lado a otro. Ahora todos somos amigos, no hay guerra, no hay odios y todos se fotografían sin cesar unos tras otros.

EL IMPERIO DE LOS HOMBRES LIBRES

Los tais se sienten muy orgullosos de rememorar su pasado cuando hablan de Nakhon Pathon, la ciudad más antigua de Thailandia y con el monumento budista más alto del mundo. Su chedi se levanta 127 metros sobre el suelo y alberga en su interior una reliquia de Buda muy venerada. También hablan con orgullo de los restos arqueológicos de Lop Buri, un importante centro religioso desde tiempos inmemoriales (aunque su historia es más esplendorosa que lo que queda de ella). Pero es Ayuthaya lo que más veneran como pueblo y como cultura, este enclave marca lo que los tais consideran sus auténticos orígenes gloriosos, su edad de oro.

Ayuthaya, a unos 86 kilómetros al norte de Bangkok, es el "corazón" de la historia tai. Este amplio complejo monástico gozó de un prestigió internacional inimaginable. Los diplomáticos y comerciantes europeos que a finales del siglo XVII la visitaban la describieron como una "ciudad de inolvidable esplendor". Durante más de cuatro siglos (desde 1350 a 1767) fue la capital real tailandesa, un imperio que extendía su soberanía a Laos, Camboya y Birmania. Fueron treinta y tres monarcas siameses los que gobernaron desde Ayuthaya hasta que los birmanos les derrocaron.

Cuatro siglos después, deambulando por la capital imperial, palpamos con nuestras manos y retenemos en nuestras retinas unos impresionantes restos arqueológicos que mantienen vivo el recuerdo de la cumbre del apogeo de Siam. Su importancia y valor histórico ha sido reconocido por la UNESCO, que la ha declarado patrimonio de la Humanidad.

EFECTO BUMERANG

Del pasado al presente, de la capital imperial a la capital actual: Bangkok. Nuestro paso por Bangkok fue como el efecto bumerang, entramos y salimos rebotados de nuevo al exterior. Menos de 24 horas estuvimos en esta caótica ciudad donde circular se convierte en una auténtico embrollo de horas y más horas. Hay policías por todos sitios guiando el tráfico, se nota que hay organización y sincronismo pero la ciudad no puede absorber el tráfico que tiene. Una ciudad moderna suele reservar el 25% del suelo urbano para comunicaciones pero el urbanismo de gigantescas manzanas de Bangkok ha tenido como consecuencia que tan solo el 15% de su suelo sean vías de comunicación. El resultado son atascos insufribles, larguísimas avenidas que súbitamente se terminan en direcciones prohibidas, cambios de "sentido único" entre la mañana y la tarde (según el flujo mayoritario), no se puede aparcar en ninguna calle porque quitaría un carril, cruzar la calzada es una aventura (eso sin contar que los coches vienen de un lado o del otro según las horas, hay que tener mil ojos). Y reconocemos que las autoridades se emplean a fondo con infinidad de agentes, letreros luminosos, semáforos que dirigen los flujos según el tráfico principal pero ... es que Bangkok no puede absorber ese tráfico. No hay desorganización (están bien organizados), lo que pasa es que "no se cabe". Desde hace 10 años las autoridades están levantando calles aéreas sobre pilotes que permiten "volar" sobre la ciudad sin tener que pisar el suelo. Son las "avenidas rápidas" (de peaje) pero hay que conocerlas bien para saber si hay salida en el lugar a donde se quiere llegar, si no la hay puede suponer aparecer en la otra punta de la ciudad.

Todos los agentes y motoristas tienen mascarillas anti-contaminación. Es invierno, "sólo" 30 grados a la sombra, es la estación de menos contaminación pero el smog convierte las calles en túneles de atmósfera grisácea. ¿Cómo será en verano?

La ciudad nos ha producido un shock, estamos desconcertados y nos sentimos raros, no estamos a gusto. La idea era estar una semana y visitar las espectaculares bellezas del Bangkok histórico (¡qué hay muchas!) mientras se hacían los visados de Laos, Vietnam y Camboya. Pero el impacto ha sido tan fuerte que ya queremos irnos, como tenemos que volver a pasar por Bangkok ya la visitaremos entonces, más preparados psicológicamente. El visado de Camboya se obtiene en el mismo día así que decidimos sacar sólo ese visado (los demás los sacaremos sobre la marcha en otras capitales). Con esta decisión damos la vuelta al circuito por el sudeste asiático, comenzaremos por Camboya, luego Vietnam, Laos y regreso a Tailandia (por el norte). Eso nos permite marcharnos ya mismo y al realizar a la inversa la ruta de Marjolaine y David, quizás consigamos el ansiado reencuentro en algún lugar de Vietnam. Todo son ventajas.

Tan solo una cosa más hicimos en Bangkok, cambiar las ruedas Bridgestone que pusimos en nuestro primer paso por Nueva Delhi. Un resultado extraordinario, 28.000 kilómetros por todo tipo de carreteras y pistas (tanto de desierto como de montaña) y tan solo tres pinchazos (dos en la India y uno en Pakistán). Y los tres por clavos en el asfalto. No nos podemos quejar, ninguna se llegó a rajar en nuestros miles de kilómetros por el rocoso Himalaya. Las seis siguen operativas, están muy usadas y podrían aguantar otros 6.000 kilómetros en condiciones similares pero la etapa que viene es muy larga y dura. Además, nos han catalogado las pistas de Laos y Camboya como "MUY" malas y preferimos partir con un juego nuevo. Bridgestone tiene fábrica en Tailandia y todas las medidas están disponibles. Llegar al distribuidor, situado a las afueras de la ciudad en dirección norte, nos supone tres horas para recorrer apenas 20 kilómetros. Como ya tenemos el visado de Camboya en el bolsillo y nos hallamos en el norte de la capital, estas tres horas de ruta urbana son ya definitivas para no volver hacia atrás y continuar hacia las ruinas khemeres de Phimai. En total hemos estado 22 horas en Bangkok. Ahora que sabemos como es, cuando regresemos estaremos "preparados psicológicamente" ... para la ciudad y para el horroroso calor que ya hará entonces.

LOS CENTINELAS DE PIEDRA

El Imperio Khemer comenzó sus conquistas sobre el siglo VII y hasta que los principados tais se unieron en el siglo XIII para derrocar a los khemeres, éstos dejaron sus huellas por la tierra siamesa. Fueron los khemeres los que dieron el nombre "Siam" a los tais (proviene del sánscrito "Shyam" dorado o bronceado) por su piel ligeramente más morena. Pero según otra teoría "shyama" podría significar "libre" que es el significado que prefieren atribuirse los tai.

Phimai es del período Angkor de Camboya pero anterior al espléndido Angkor Wat. Las avenidas escoltadas por las multicéfalas serpientes petrificadas, las "nagas", se yerguen con su terrorífico semblante como las protectoras de los palacios y templos imperiales. Fue tal su importancia que cuando Angkor Wat fue construido, Phimai se uniría con ella por una carretera directa. Tan solo queda un templo que realmente refleja las fastuosidad del pasado pero su estado de conservación lo convierte en algo que corta la respiración, estamos maravillados. Hace un día radiante y disfrutamos cada paso que damos durante las largas horas que le dedicamos. Nos sentimos estupendamente en este pequeño pueblo rodeado de históricas piedras.

Desde Phimai seguimos hacia el sur hasta casi tocar Camboya, llegamos a los complejos khemeres de Tamuan Tom, Muang Tam y al más fastuoso de todos: Phanom Rung, que se eleva prácticamente intacto sobre un pequeño cono volcánico. Avanzamos por su gran avenida con sus flores de loto de piedra hasta llegar a la primera terraza. Las nagas aparecen de nuevo al estilo clásico de Angkor convirtiéndose en las mejores conservadas de toda Tailandia. Cuando penetramos en el recinto tras ascender el último tramo de la larga escalinata, los templos dedicados a divinidades hindúes como Shiva o el relieve de Phra Narai tumbado (el señor Vishnu en tai) nos sorprenden increíblemente por su fino trabajo.

Pero estos no son los únicos ejemplos khemeres, muchos otros tesoros se diseminan por la jungla, un aperitivo de lo que nos encontraremos próximamente en Camboya. Cada vez nos sentimos más cerca del esplendor artístico del Imperio Khemer.

Tailandia nos agasaja con un último regalo. Bajando por la pequeña carretera que nos lleva a la ciudad fronteriza tailandesa de Aranya Prathet ... ¡una columna de elefantes hermosamente ataviados ocupa todo el carril de la carretera! Delante podemos ver una larga procesión con estandartes y músicos. Flanqueando a los elefantes avanzan una serie de pajes con túnicas blancas y chicas ataviadas con vestidos tradicionales arrojando a su paso pétalos de rosa. Y sobre los paquidermos ... parejas vestidas al estilo tradicional con ropajes de seda y colores chillones con los característicos tocados dorados acabados con estilizadas agujas se balanceaban sobre los elefantes. Por puro azar estábamos ante una suntuosa procesión de boda con unos fastos inimaginables. Nos unimos al cortejo durante una hora, siguiéndoles lentamente dentro del Montero y adelantándoles o dejándonos rebasar para verlo más de cerca.

Finalmente llegamos a la ciudad de Aranya Prathet en plena noche, retrasados por el seguimiento de la boda y varios controles de policía. Ya estamos muy cerca de la frontera con Camboya y está desaconsejada la circulación nocturna pero el sol se puso a las 6 de la tarde y queríamos alcanzar dicha ciudad para mañana cruzar el puesto fronterizo. Afortunadamente, ningún contratiempo nos retuvo por el camino y pernoctamos en Aranya. Ahora mismo, tan solo nos separan 153 kilómetros de pista para llegar a Angkor, la ciudad imperial khemer, una joya de la historia y arquitectura universal... aunque su historia contemporánea más reciente también nos sobrecogerá ... pero por las atrocidades que su último dictador infligió sin piedad a su propio pueblo.

Pero antes de dormir pasa por mi mente el e-mail de Silke y Ernst, les conocimos en el monasterio de Sumela en Turquía y que gracias a internet seguimos en contacto. Lo enviaron el 8 de diciembre y tras su paso por el sudeste asiático nos escribían literalmente: So, enjoy SE-Asia, we loved it a lot ! Especially Thailand and Laos ! But please : Don't ruin your car in Cambodia ! We only did a self-organised trip to Angkor ( 3 Days ) and left the car in Thailand, the roads have potholes so big, that you can hide a little car in them !!!. Que nos viene a decir: "Disfrutad del sudeste asiático, ¡nos encantó! Especialmente Tailandia y Laos. Pero por favor: ¡No os carguéis vuestro coche yendo a Camboya! Nosotros fuimos con un grupo organizado a Angkor (3 días) y dejamos nuestro coche en Tailandia, las carreteras tienen tales agujeros que cabrían en ellos un coche pequeño". Quien no se acordaría de un correo así cuando mañana mismo emprendemos esa misma ruta por Camboya. Pero tenemos que intentarlo, siempre lo intentamos. Si no se puede, no se puede, pero será tras comprobarlo en persona e intentarlo con todas nuestras fuerzas. Nosotros estamos listos y nuestra montura ha superado hasta ahora todos las dificultades, incluso rutas que algunos calificaron de imposibles, como la ruta del Babusar en Pakistán (crónica-52). Mañana, los tres juntos nos enfrentaremos a este nuevo desafío. Buenas noches.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

about

Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.