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Crónica 18,

Turquía III - Ídolos de piedra

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Turquía

DE NUEVO EN RUTA

En Ankara no sólo conseguimos todos los visados y cogimos fuerzas para adentrarnos en las repúblicas de la ex-URSS sino que también mimamos a nuestra "montura". Había pasado pruebas de fuego y tras una revisión a fondo en el distribuidor Mitsubishi de Ankara no le hizo falta ninguna "cura", hasta los amortiguadores habían aguantado, los de repuesto seguirían en su caja. Hasta ahora tenemos todos los repuestos sin tocar. Tan solo se limitaron a los cambios habituales de aceite con su filtro, al filtro de gasoil, echar un poco más de líquido de transmisiones y a poner un nuevo filtro de aire, el que tenía ya estaba impresentable de la cantidad de veces que lo habíamos limpiado con aire a presión - y eso que el snorkel (toma elevada de aire) hace que tan solo llegue al filtro el 25% del polvo que debería de entrar en condiciones normales.

El "estado de salud" de nuestra montura es inmejorable, así como el nuestro, y también hemos adquirido provisiones (en Turquía hay todo lo imaginable) en previsión de las carestías que nos encontraremos en el Cáucaso y en las repúblicas de Asia Central. Estamos listos, nos ponemos de nuevo en ruta.

Hasta hace muy poco tiempo la fama de la conducción turca era de las más imprudentes y temidas de la zona. Pero el tiempo pasa y aunque las guías siguen repitiendo las mismas impresiones -basadas en tópicos-, llevamos recorridos casi 3.000 km. y hemos de reconocer que la conducción dista mucho de la congoja que sufrimos en 1.988. Aunque algo más "alegres" con las líneas continuas, sí que respetan señales y semáforos y en los adelantamientos ya miran si viene alguien enfrente. Tampoco el modo de conducir español es "modélico" así que nos sentíamos como en casa y eso nos permitía una conducción relajada, aspecto muy importante cuando se tienen que recorrer miles y miles de kilómetros.

ENTRE EL SOL Y LA TORMENTA

Siglo XX, año 1.999. Desde Ankara, capital de la República de Turquía, nos desplazamos a Anatolia, 200 km al este y 3.000 años atrás. Entramos en Hattusa, capital del Imperio Hitita, donde se hace balance de su vasto imperio: desde Oriente Medio (con parte de Siria) hasta Babilonia, pero los egipcios, imperio rival, se les resisten y comienzan los enfrentamientos con el faraón Ramses II. Gracias a las tablas cuneiformes de arcilla encontradas a principios de nuestro siglo se ha podido desvelar toda la historia de un Imperio del que hasta entonces solo se tenían referencias por citas en la Biblia y en textos egipcios. Más de 200 leyes le regían y, por ejemplo, los actos de brutalidad eran castigados con la muerte; los ladrones corrían mejor suerte, podían ser perdonados si compensaban a sus víctimas.

Bogazcale o Bogazkoy, ahora es una tranquila población rural, los gansos y las cabras pacen sobre la hierba ignorando que las piedras de las murallas por las que se mueven rodearon con sus más de seis kilómetros una de las más grandiosas ciudades hititas. Dentro de ellas los palacios, los templos, las puertas monumentales, la fortaleza... los bajorrelieves que nos revelan el aspecto de sus monarcas, los jeroglíficos nos relataba las hazañas del rey que yace en la tumba real. Y a tan solo 3 km. de la poderosa capital: Yazilikaya, el santuario real, cobijado al abrigo de las paredes rocosas de una estrecha grieta. Los hititas adoraban a más de mil dioses. Hepatu, la diosa del Sol y Teshub, el dios de la Tormenta, eran los primeros que encabezan su larga lista. Sus imágenes siguen grabadas en las paredes de las rocas, después de 3.000 años... aunque ahora ya solo son "adoradas" por la valiosa historia que nos revelan el Imperio de los ídolos de piedra.

Estas imágenes petrificadas están encajadas entre estrechas paredes a cielo abierto. El sol juega a desvelarnos sus dioses a medida que avanza el día. Así nos va iluminando y resaltando entre luces y sombras, sus contornos, sus figuras milenarias... que continúan desfilando y posando... en aquel tiempo, para veneración de sus fieles adoradores, ahora para los que amamos profundamente la historia y el arte.

EL MONASTERIO DE LAS NUBES

Dejamos tras nosotros milenios de historia para reencontrarnos con un trozo de geografía de otra era cuando llegamos al Mar Negro. Aguas mitológicas, por las que navegaron Jasón y los Argonautas en busca de un país donde se decía que había vellones de oro ... Esa tierra mágica no era otra que la actual Georgia, nuestra siguiente etapa. Pero volvamos a Turquía.

Desde Samsum avanzamos por toda la costa por unas estrechas y ondulantes carreteras donde la exagerada frondosa vegetación nos hace recordar lugares tropicales muy distantes a la costa en la cual nos encontramos. En Trabzon viramos bruscamente hacia el sur ya que deseamos alcanzar un recóndito lugar apartado de la costa.

A 30 km, aliado con el tupido bosque, las montañas y la intensa niebla que casi siempre le oculta, hallamos el monasterio de Sumela o de la Virgen María. A sus 1.500 m. de altitud y camuflado en un entorno de abruptas paredes rocosas parece como si estuviera en levitación entre el cielo y la tierra.

Corría el año 385, en plena época bizantina, cuando fue fundado por dos monjes atenienses tras aparecérseles la Virgen. Este remoto lugar era también el espacio idóneo para alejarse del mundo material. Poco a poco fue aumentando su reputación y peregrinos de todos los lugares se acercaban a venerar a la Virgen y a los dos monjes elevados a la categoría de santos tras su muerte. Fue abandonado por los monjes, en 1923, cuando se creó el estado turco y los griegos asentados en esa zona abandonaron toda esperanza -tras la derrota griega en la guerra greco-turca de 1920-22- de crear un estado griego independiente en esta apartada región.

Cuando la sinuosa pista que sigue el torrente llega a su fin nos encontramos con un sendero que se desliza bordeando el precipicio, un camino que a veces se transforma en un auténtico túnel debido a la abundante vegetación. En algunos márgenes de la senda, las raíces de los árboles emergen retorcidas al exterior como si quisieran retenerte e impedirte continuar el camino. Era como estar viviendo una de las etapas de Bilbo, el intrépido hobbit de la novela "El Señor de los Anillos". Parecía que de un momento a otro nos iban a rodear los elfos del bosque. La lluvia, que desde anoche no ha cesado, continua suave pero constante, filtrándose entre las ramas de los árboles hace que todo brille pero ha convertido el terreno en una superficie resbaladiza. Por fin alcanzamos el monasterio.

Lleva varios años siendo restaurado, el cambio desde la primera vez que los vimos en el verano de 1.992 es cuantitativo y cualitativo. Los muros exteriores y las habitaciones monacales con viejas chimeneas han sido reconstruidas y los frescos están siendo restaurados con extremo cuidado. El trabajo es enorme puesto que muchos de ellos tienen las huellas que dejaron los pastores que en otra época se entretenían lanzando piedras contra las imágenes, especialmente sobre los rostros de los santos y personajes bíblicos. Aunque con andamios, el interior de la iglesia principal es espectacular, totalmente recubierto con pinturas del pantocrator o narrando escenas bíblicas.

La lluvia actúa intermitentemente, la niebla provoca un efecto fantasmal y misterioso al deslizarse entre los abetos pero los elfos siguen sin aparecer. Retornamos hacía el balneario base, donde la fuerza del torrente que lo cruza desprende un sonido atronador. Antes de irnos intentamos otear el monasterio para despedirnos de él pero desde su casi inaccesible posición en el cortado rocoso, parece no querer quitarse el velo de niebla que oculta su rostro. Es como una hermosa mujer que se cubre para no dejarse ver por desconocidos y que tan solo se muestra a la "familia", a los que se toman la molestia de acercarse para conocerla mejor. Apenas podemos intuirlo, ponemos de nuevo el morro de nuestra "cabalgadura" hacia el norte y nos instalamos a la entrada de la falla. La niebla ha desaparecido pero no así la lluvia.

Ahora debemos enfrentarnos a nuestra próxima etapa, la república ex-soviética de Georgia. Todo es nuevo, apenas tenemos información sobre su situación actual y sobre el funcionamiento de sus fronteras. No existen libros ni guías, tan solo una página web que, para nuestra sorpresa, ha creado el propio gobierno de Georgia. Tampoco nos podemos creer todo lo que figura allí porque tan solo pondrán lo que le interesa o publicarán "su versión". Lo que sí que nos vino muy bien fue la información turística. Así descubrimos que el país, a parte de una exuberante naturaleza montañosa, está cuajado de iglesias ortodoxas que junto con Armenia, se convierten en una isla de cristiandad en medio de países repletos de medias lunas.

RUMBO AL REINO DE LAS CRUCES

Cruzar una frontera en Europa no requiere más inconveniente que el cambio de idioma... pero cuando sales de Europa las reacciones pueden ser tan diferentes y variadas como este rosario de nuevas repúblicas que vamos a ir recorriendo. No obstante, todas nuestras fuentes de información "fidedignas" coinciden en algo: la maravillosa hospitalidad de la población local y el desmesurado nivel de corrupción y la práctica habitual de "mordidas" y chantaje, el deporte favorito de aduaneros y policías de estos nuevos países, recién liberados del yugo soviético.

Entre nuestro equipaje llevamos mucha tecnología punta: el ordenador y la impresora Olivetti, el teléfono Inmarsat Ibérica (las comunicaciones por satélite directo causan mucho recelo en todos estos países y se presta a abusos de autoridad y a arbitrariedades sin sentido), la grabadora HP de CD ROMs, las dos cámaras digitales Olympus, otras dos cámaras digitales de vídeo, etc. Debemos ser cautos a la hora de cruzar dichas aduanas, hay demasiadas "golosinas" para unos funcionarios de aduanas donde lo que prima es la "rapiña" y donde las reacciones pueden ser de lo más imprevisibles. Estamos una tarde entera realojando el equipaje. Lo más fácil fue disimular el teléfono satélite, se desmonta en un momento y repartimos las piezas en varios sitios. Todo lo demás no se puede desmontar, tuvimos que ir acomodándolo con el resto del equipaje pero algo camuflado, de tal modo que si lo encontrasen no parezca que está "escondido" sino que en un sitio "lógico". Todo tenía que ser muy natural, si lo viesen se lo sacaríamos con toda la "espontaneidad" posible y se lo enseñaríamos de un modo natural y siempre con nuestras mejores sonrisas. Fue un trabajo realmente duro, no dejamos nada al azar. Lo que más rabia nos da es que tenemos todos los papeles en orden, pero no existe ningún reglamento cuando se trata de corrupción estatal.

Ya está todo listo. Estamos preparados para esta nueva etapa, arrancamos nuestro todo terreno hacia Kemalpasa, al borde del Mar Negro, para partir desde ahí hacia Georgia. Es una despejada y soleada mañana del otoño de 1.999.

Resto de crónicas de la ruta

Acerca de los expedicionarios

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Te presentamos a tus compañeros de viaje

Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.