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Crónica 60,

Vietnam - Good morning Vietnam

Ruta : Ruta de los Imperios | País : Vietnam

Una colina baja, dos banderas flameando al viento y dos uniformes bien distintos a ambos lados de una línea trasladada a la tierra desde un mapa. Hace calor y el cielo blanquecino irradia una claridad casi cegadora en esta frontera internacional entre Laos y Vietnam. Pero eso no nos importa en estos momentos, estamos en la frontera de Lao Bao tras 1.400 kilómetros en tres días de conducción. Muy cansados y bastante nerviosos, vamos a intentar de nuevo entrar en Vietnam ... "tenemos" que entrar en Vietnam.

Los laosianos son muy rápidos y correctos, sellan el visado y hasta la próxima, que a lo mejor resulta ser dentro de unos minutos. La estrella amarilla de cinco puntas sobre fondo rojo planea en un nuevo mástil; a sus pies, una caseta donde se concentran varios policías vietnamitas con sus uniformes verde chillón y altas gorras de plato. Nos hacen detener el todo terreno y nos indican que nos dirijamos a pie a las ventanillas del otro lado de la barrera.

Sujetamos fuertemente el Carnet de Pasagge, es nuestro salvoconducto para poder entrar el Montero. Repasamos mentalmente todas las posibles preguntas que nos pudiesen formular para que fuesen contestadas de un modo espontáneo y sin vacilación, que el oficial de aduanas no piense en ningún momento pronunciar la palabra "no" porque si dice esa nefastas dos letras ... ya no dará marcha atrás hagamos lo que hagamos, digamos lo que digamos. Ninguna conversación tiene que llevar al "no" sino que todo tiene que "salir solo" porque "es así". Avanzamos firmes, sin dudas, como si no existiese la posibilidad de ser rechazados de nuevo. Que nuestras sonrisas, rostros relajados y comportamiento sean el reflejo de que "hacemos esto todos los días" y que esta frontera no es más que una más, donde se realizarán sin problemas los trámites de siempre ... y entraremos en un nuevo país. La verdad es bien distinta, Vietnam es una frontera muy especial, demasiado especial por su ambigua legislación y arbitrariedad sobre entrada de vehículos extranjeros. Por dentro sabemos que como nos echen para atrás tenemos un grave problema: estaríamos atrapados en tierra de nadie, sin permiso para entrar el coche en Vietnam y con el visado de Laos inutilizado.

Vamos con el carnet de Passage por delante. Que se vea bien.

-¿Es esa la documentación del coche? -pregunta un joven y sonriente aduanero en un inglés realmente básico pero repleto de buena voluntad.

-Sí, es el Carnet International de Passage en Douanes. El permiso de circulación internacional -le aclara Vicente por si acaso.

-Bien, démelo -nos dice sin dudar-. ¿De dónde son ustedes?

-De España.

-Tai Bhan Nha -"Taibanña" dice para sí mismo y luego lo grita a otros aduaneros. Que a su vez asienten ya satisfecha su curiosidad de saber de donde era el extraño vehículo que llegaba desde Laos. Cuando les miramos les saludamos con la mano y nos devuelven el saludo, todos son muy jóvenes.

El funcionario que se ha hecho cargo de nosotros se sienta en una mesa y empieza a mirar el Carnet. Es el momento definitivo, el instante clave. Lo lee, pasa páginas y finalmente nos dice: "Stamp here?" - "Sellamos aquí?"-, señalando un círculo vacío del Carnet. "Yes, here and here. You cut this for customs" -"Sí, aquí y aquí. Esta parte la arranca para la aduana"-, le aclara Vicente. "OK!", nos dice sonriente, empezando a rellenar los apartados correspondientes.

El funcionario que se ha hecho cargo de nosotros se sienta en una mesa y empieza a mirar el Carnet. Es el momento definitivo, el instante clave. Lo lee, pasa páginas y finalmente nos dice: "Stamp here?" - "Sellamos aquí?"-, señalando un círculo vacío del Carnet. "Yes, here and here. You cut this for customs" -"Sí, aquí y aquí. Esta parte la arranca para la aduana"-, le aclara Vicente. "OK!", nos dice sonriente, empezando a rellenar los apartados correspondientes.

¡Lo estaba rellenando y sellando! ¡Qué maravilla! Cuando termina, nos indica que vayamos a por el coche para entrar en el país. No nos lo podemos creer, así de fácil. ¡Lo hemos conseguido! Menos mal que decidimos luchar hasta el final y arriesgarnos con otra frontera. A veces es cierto el dicho "el que la sigue la consigue". Esto es realmente una tómbola y esta vez nos ha tocado "premio". Si no llega a salir bien ... estaríamos en un buen brete, bloqueados en tierra de nadie. Pero eso ya no importa ... ¡estamos dentro! No sabemos si legal o ilegalmente pero ... ¡estamos dentro!, eso es lo que importa. Y si todo sale bien ... tan solo quedará "salir", pero en estos países siempre es más fácil salir que entrar. Estamos eufóricos, pletóricos de alegría. Que pena no poder exteriorizarlo y tener que permanecer impasibles y naturales. Pero las miradas que cruzamos Vicente y yo no pueden ser más explícitas de la "procesión" que va por dentro de cada uno de nosotros.

Completamos en quince minutos la declaración de aduana -un mero formulismo- y rápidamente sellan nuestros visados de entrada. Por fin, a las once de la mañana de un día radiante podemos decir finalmente "Good morning, Vietnam".

Con la emoción contenida avanzamos los primeros metros por Vietnam, una nube de cambistas impacientes aguardan ansiosas. Sus gorras y largos guantes cubriéndoles la piel a resguardo del sol no ocultan los tacos de billetes que agitan nerviosamente. Nos esperan para cambiar dólares constantes y sonantes. Pero menudas liantes.

Conocemos de primera mano el cambio actual (1US$=14.500 dong) que rebajan descaradamente (1US$ = 10.000 dongs) para sacar mejor tajada, claro. Queremos cambiar sólo 20 US$, lo justo hasta que abran los bancos el lunes. Cuando por fin fijamos el cambio siguen intentando engañar sin cesar: primero con el cambio muy inferior al real, luego con sus juegos de manos y posteriormente nos intentan liar con los ceros, nos dieron 29.000 dong en vez de 290.000, es decir se quedaban con el 90% de la transacción, ¡y lo hacen muy bien porque casi cuela con tanto ir y venir de billetes! Cuando se les pilla por tercera vez -¡Ji, ji, ji!, risitas- vuelven a aceptar el cambio pero dan 260.000 dong, cuando se les vuelve a pillar dicen que no pueden dar más de 13.000 por dollar. Les devolvemos el dinero, cuando nos vamos nos paran y aceptan por cuarta vez los 14.500 pero se "equivocan" al contar los billetes y faltan 15.000 dong. ¡Ji, ji, ji!, se vuelven a reír. Nos dan los tres billetes que faltan para completar la suma y los unen a los otros. Revisamos otra vez la cantidad y resulta que se volvieron a "equivocar", añadieron tres billetes de mil en vez de tres de cinco mil. ¡Ji, ji, ji!, más risitas. Al final hubo que contar todo de nuevo, meter el dinero en el bolsillo y sin que lo volviesen a tocar, dar los 20 US$. Desgraciadamente, esta actitud de intentar engañar una y mil veces al extranjero se repetirá a lo largo de todo Vietnam, da lo mismo cambiar dinero que comprar plátanos o coger un ferry. En ningún otro lugar del sudeste asiático ocurre esto, se pueden dar casos aislados en los otros países pero en Vietnam es sistemático y generalizado a casi toda la población.

LA CIUDAD DE LA PAZ

Las ruedas de nuestro Montero ruedan ya veloces por suelo vietnamita. La carretera no es muy buena pero es el cielo si la comparamos con la que acabamos de hacer en Laos y Camboya. Con el recuerdo de Camboya se nos viene a la memoria el reciente e-mail de Marjolaine y David, los franceses con los que no pudimos reunirnos en Vietnam por culpa del caciquismo del oficial de aduanas de Moc Bai. Ellos fueron los que nos pasaron la información sobre las carreteras de Laos y Vietnam y nosotros les dimos el informe completo de Camboya y la parte de Tailandia que no habían recorrido todavía. Les describimos sobre todo Camboya con pelos y señales ya que es el gran desafío para el que va en 4x4 particular: etapas por horas (los kilómetros no significan nada cuando no hay carretera), donde descansar, zonas seguras, estado de cada tramo, ... concluyendo el informe con un "cuidado, las condiciones son muy extremas". Acaban de salir de Camboya y nos escriben: "Bonjour les amis. Contents d'être de retour sur la terre ferme ! Dur, le Cambodge, vraiment très dur ! En plus on a cassé 2 amortisseurs ! Quand je pense que vous avez fait 2 fois le voyage! ", "Hola amigos. ¡Encantados de estar de nuevo en tierra firme! ¡Dura, Camboya es realmente muy dura! ¡Además se nos han roto dos amortiguadores! ¡Cuando pensamos que vosotros habéis hecho dos veces ese viaje! " ¡Dos veces! ¡Cómo nos vamos a olvidar de ese viaje, surge regularmente en nuestras mentes! Y encima la segunda vez con la moral por los suelos. Pero bueno, ya lo hemos pasado y ellos también han llegado a "tierra firme" en Tailandia, aunque su todo terreno sí que resultó herido con la experiencia camboyana. El nuestro salió intacto.

Marjolaine y David ya han abandonado las pistas extremas, para nosotros tan solo se trata de una tregua de varias semanas, en el norte de Laos volveremos a "navegar" por las crestas de las olas de pistas infectas. Y no tenemos informes de esos tramos, ellos no llegaron hasta ahí. Pero no importa, ya veremos lo que nos encontramos. Por ahora, demos cuartelillo a nuestra imparable montura y que disfrute mientras dure de un avance sosegado por el asfalto y por las suaves pistas de Vietnam.

La guerra del Vietnam se nos presenta en esta carretera, muy cerca de la zona desmilitarizada (DMZ), era la vigilante del paralelo 17, la línea divisoria que marcaba las fronteras entre el norte y el sur. Los viejos búnkers abandonados salpican la zona.

Aunque no se ven desde la carretera, los americanos la llenaron de bases para luchar contra la guerrilla del vietcong y para intentar cerrar el flujo de soldados norvietnamitas que transitaban por la indestructible pista de Ho Chi Minh, al amparo de la espesa jungla laosiana.

Llegamos a Dong Ha pero no iremos hacia el norte por ahora, tomamos rumbo sur, donde nos esperan las raíces del verdadero Vietnam. Los emperadores Nguyen (1802-1945) son los protagonistas de la primera -y más histórica- ciudad en la que nos detenemos: Hué.

La capital imperial nos hace recuperar de nuevo las expectativas sobre sus orígenes, la historia antigua de otros periodos más esplendorosos que los de la manida pero dolorosa guerra. Vietnam no resume su historia en una contienda contemporánea, son varios milenios de memoria histórica los que atesora en su rectilíneo territorio. Unos reinos que han dejado espectaculares e indelebles huellas.

Poderosos atributos rememoran su pasado: su enorme ciudadela -muy dañada por la guerra-, sus majestuosas tumbas imperiales y su controvertida pagoda Thien Mu. Controvertida porque, este tesoro artístico de 21 metros construido en 1.844 bajo el reino del emperador Thieu Tri, fue en los años 60 y posteriormente en los 80 el lugar donde se gestaron las protestas sociales y donde los bonzos (monjes vietnamitas) tuvieron un significativo protagonismo. En el recinto interior de la pagoda se encuentra el coche, un Austin, que transportó al bonzo Thich Quang Duc el día que se autoinmoló en Saigón en 1.963. Fue su terrible protesta contra la política religiosa discriminatoria del presidente de Vietnam del sur, Ngo Dinh Diem, que favorecía descaradamente a los cristianos. Un fotógrafo captó el instante tan terrible del bonzo ardiendo por los cuatro costados ... sin abandonar su posición de loto. Una instantánea que dio la vuelta al mundo en todos los medios de comunicación y fue galardonada con el premio Pulitzer de ese año. El acto de Thich Quang Duc tuvo un eco que ni él mismo podría haber imaginado, pasó a la historia y de esa misma tragedia nació la expresión "quemarse a lo bonzo". Tras la silueta del bonzo en llamas ... el Austin que le llevó al centro de Saigón y que ahora tenemos ante nosotros.

Frente a la pagoda discurre el río Perfume, es el que marca el pulso de la zona con su serpenteante itinerario. Él ha sido el que ha dirigido el rumbo de nuestra ruta para acceder a los tesoros artísticos de la ciudad. Durante nuestra estancia su comportamiento ha sido ejemplar. Ha permitido que las barcazas de los aldeanos se desplacen serenamente por sus aguas, ha regado sosegadamente los extensos campos de arroz, ha tolerado que estos forasteros se acerquen a las tumbas imperiales para conocer sus intimidades y ha consentido a nuestro Montero cruzar de una orilla a otra de sus fluctuantes dominios.

Y la "ciudad de la paz" -significado del que deriva Hué-, el principal núcleo cultural, intelectual y religioso del Sur de Vietnam, también representa a otro sector de su híbrida población. Son varios los centros de culto católicos entre los que destaca la Catedral de Nôtre Dame, donde acuden más de 1.600 fieles a sus oficios religiosos desde que se erigió en 1.962.

EL OJO QUE TODO LO VE

Cuando en dirección sur hacia Danang pasamos por el puerto de Hai Van o de las Nubes (496 metros) el fantasma de un viejo fuerte francés -transformado en búnker de la armada sudvietnamita y norteamericana- nos vigila mientras pasamos sin parar junto a su vieja y dañada estructura. Ahora esa enorme mole olvidada se bate en duelo con el hálito dañino de la humedad que ha firmado un pacto con el tiempo para debilitarla lentamente.

Danang es la cuarta mayor ciudad del país pero es un lugar tranquilo ... excepto a primera hora de la mañana y a última de la tarde ... cuando circular es como meter la mano en un avispero. Miles y miles de motos y bicicletas en un movimiento anárquico y perpetuo se convierten en ruidosos insectos que no respetan nada, conducen a lo loco, los peatones avanzan como pueden, los enganches entre motos son constantes, se cruzan intempestivamente, ... y siempre con el dedo pegado a la bocina. Para volverse locos. Nada más entrar en el país ya notamos que son los más anárquicos y peligrosos conductores del sudeste asiático y el silencio tan característico del que hacen gala los otros países de la zona -que apenas usan la bocina-, desaparece brutalmente al entrar en Vietnam ... y se convierte en locura en las grandes ciudades.

Descansamos en un antiguo y espartano hotel de Danang, construido a finales de los 60 para acoger a militares americanos. Siempre ella, la sombra de la última gran guerra aunque no se quiera. El desquiciado "avispero" de motocicletas en el que ayer tarde nos sumergimos al llegar a la ciudad se muestra más relajado esta mañana cuando nos dirigimos al templo caodai (secta religiosa vietnamita) de Thanh That.

Entro por la puerta izquierda, reservada a las mujeres y que vestidas de blanco también acceden sigilosamente al templo. Vicente por la derecha siguiendo a los hombres. El ojo divino que todo lo ve nos observa desde el altar mayor. En una pintura observamos que los fundadores de las grandes filosofías religiosas de Oriente y Occidente aparecen juntos: Jesús, Buda, Mahoma, Lao Tse y Confucio. El monje Ngo Minh Chieu, allá por la década de los años 20, recibió una revelación divina e intentó fusionar los mejor de las cinco religiones para crear el credo perfecto. Dicha manifestación le ha proporcionado, desde su reconocimiento como religión oficial hace 75 años, tres millones de adeptos.

El ruido de un tambor nos hace desviar la mirada del conciliador cuadro para percatarnos que el oficio religioso está a punto de comenzar. Los rezos, cánticos y la percusión contundente del tambor que marca el ritmo de la ceremonia inundan la sala. Ajenos a los extraños que les observamos discretamente desarrollan su ritual armoniosamente hasta que abandonan respetuosamente el recinto sagrado cuando toca a su fin. Poco después, también en silencio, seguimos sus pasos.

El mercado está repleto de gorros cónicos, es la mayor seña de identidad de las mujeres vietnamitas, incluso algunos hombres también lo llevan. El sistema de transportar la mercancía mediante un sistema de balancines -una caña apoyada en el hombro con canastas planas colgado en ambos extremos a modo de báscula- también se prodiga sin cesar por el mercado. Por cualquier rincón, por cualquier calle siempre hay alguna mujer que se desplaza con su basculante movimiento. Seguimos cruzándonos con ellas mientras avanzamos entre el ruidoso sonido provocado por los pitidos interminables del enjambre de motocicletas y bicicletas que se desplazan entre las viejas pagodas budistas y la rosada catedral del Gallo que parece un pastel de boda.

Hallamos la paz en las riberas desérticas y kilométricas de Playa de China con su reluciente arena blanca y sus pujantes olas nos lanzan un guiño de complicidad para que nos zambullamos en sus aguas. Un emplazamiento de relax para las tropas americanas antes que partiesen para entrar en combate. Ahora son los turistas los que disfrutan de la relajante serenidad y soledad de este lugar, un sueño para aquellos que huyen de las playas abarrotadas.

ESENCIAS ORIENTALES

Del relax del mar a la deliciosa calma de las calles de Hoi An, unos kilómetros más al sur. Las bicicletas y motocicletas continúan sirviendo para el desplazamiento de sus habitantes pero está ostensiblemente mucho más descongestionada que su abrumadora vecina.

Su acogedora atmósfera romántica de pequeñas casas centenarias es lo que atrae a todos los occidentales que nos paseamos por sus estrechas calles, más de 800 edificios históricos engalanan este pequeño pueblo. El turismo llega en masa a este lugar: turistas occidentales, mochileros, grupos organizados de tailandeses, hombres de negocios que se acercan a Hoi An a dar una vuelta y hacer compras de textiles -cientos de sastres confeccionan traje a medida de cualquier modelo en cuestión de horas-, ... somos muchos, posiblemente demasiados ... los extranjeros que deambulamos por este retazo de historia.

Entre los siglos XVII y XIX se convirtió en el más importante puerto internacional del sudeste asiático, contemporáneo a Macao y Melaka. Holandeses, portugueses, españoles, filipinos, japoneses, chinos... arribaron a sus puertos y comenzaron a dotarla de ese ecléctico ambiente que no le ha abandonado aún. De entre todas, fue la comunidad china la que trazó más claramente su personalidad. Las casas comunales de la colonia china se prodigan por la ciudad conviviendo en sorprendente fraternidad y armonía desde que diversas comunidades allí se asentaron. Resalto lo de la fraternidad en este emplazamiento en concreto pues no siempre ha sido así en todo el país, no en balde los chinos dominaron Vietnam durante más de mil años (entre el 200 a.C. y el 938 d.C.) y la convivencia tuvo diversos periodos virulentos que para variar, solían terminar en masacres.

La tenue luz de los farolillos de colores se descuelgan de las fachadas de los edificios durante nuestro vagabundeo nocturno por la ciudad y nos transmite la sensación que hemos acortado esos años que nos distancian de su pasado. Seda, cerámica, papel, hierbas medicinales, especias, cera de abeja, té, nácar, muchos eran los productos que arribaban a su puerto para desde allí distribuirse a todo los rincones del mundo. Hoy en día las sastrerías que cuajan la ciudad con sus amplias ofertas de trajes y vestidos a medida rememoran la vieja actividad comercial.

La última guerra, conocida sobradamente por todos, no le afectó y aunque las crecidas del río Thu Bon (Cai) durante los monzones le provoca serios daños regularmente, todavía consigue mostrarnos sus bellezas centenarias que su orgullosa población cuida con esmero.

El puente cubierto japonés, que la comunidad originaria de ese lejano archipiélago construyese sólidamente en el año 1.593, ha demostrado la habilidad nipona con sus técnicas antiterremotos para que sus construcciones aguanten el empuje de los calamidades. La idea del pequeño puente se materializó para establecer una vía de comunicación con el barrio chino situado al otro lado del río y ahí sigue comunicando ambas orillas después de más de cuatro siglos.

Pero nos sorprende encontrar algunas calles cortadas. Unos carteles en inglés y vietnamita nos explican el por qué. Una película extranjera está siendo rodada y este encantador pueblo forma parte de sus escenarios reales. Como me desplazo por la ciudad con el trípode en ristre un extranjero me aborda creyendo que formo parte del equipo técnico de la película y quiere saber con quien tiene que hablar para intervenir como extra en la misma. Tras sacarle del error es entonces cuando nos enteramos que se trata de la película "El americano impasible", basada en la novela del mismo título de Graham Greene, la más famosa obra literaria sobre el Vietnam colonial, ambientada en el último período de la Indochina francesa. Sin comerlo ni beberlo nos encontramos repetidamente de frente con sus dos actores principales: Michael Caine y el norteamericano Brandan Frasier ("La Momia"). ¡Esto es Hollywood!

El estómago reclama su bien ganado rancho. La ciudad tiene una especialidad gastronómica de la que también se sienten muy orgullosos. Y como no nos resistimos a las sorpresas culinarias vamos a su encuentro. El "cao lau" es una mezcla de noodles (especie de tallarines), tallo de bambú, brotes de judías y vegetales verdes, tropezones de pan tostado y trozos de carne de cerdo acompañado de un crujiente papel de arroz. Su caldo está confeccionado con el agua proveniente de un determinado pozo de la ciudad. Prácticamente en cualquier restaurante de la ciudad es posible saborearlo y es una delicia.

MEMORIAS DE UN IMPERIO

Pero mucho más remotas son las construcciones que se levantan a poco más de 25 kilómetros de Hoi An. Seguimos los irregulares carteles que indican el camino a My Son. Al menos los caracteres latinos ayudan muchísimo, Vietnam es el único país de la zona que utiliza el alfabeto latino para su escritura. Fue un misionero francés, Alejandro de Rhodas, el que llegó a las costas vietnamitas en el siglo XVII y decidió dotar de una escritura completa y reglamentada a la lengua vietnamita. Lo hizo con caracteres latinos e infinidad de acentos (¡hasta las consonantes pueden tener acentos!) y ha perdurado hasta nuestros días. Esto nos hace la vida mucho más fácil a los occidentales que viajamos por libre.

Para acceder a las ruinas de My Son abandonamos por unas horas nuestro Montero ya que el camino esta interceptado por un estrecho y endeble puente de un metro de ancho que solo permite el paso de personas. El emplazamiento arqueológico fue intensamente bombardeado por los americanos en respuesta al vietcong que había elegido la zona como base para efectuar ataques de guerrilla. Entre unos y otros consiguieron infringirle serios daños, además hay que sumar el pillaje que en siglos pasados sufrieron. A pesar de todo han logrado sobrevivir unos 20 edificios de los 68 que se han encontrado huella. Unos explícitos carteles advierten que no sigamos los senderos que se adentran en la selva. Los valles y las colinas que rodean el lugar fueron rigurosamente minados y bombardeados y a pesar de intensas labores de limpieza todavía aparecen alguna minas y bombas sin desactivar ... a juzgar por las vacas o búfalos que muy de vez en cuando saltan por los aires.

My Son fue la capital religiosa e intelectual del dilatado Imperio Champa (siglo IV al XIII) y sus torres, en el momento de máximo esplendor, llegaron a estar recubiertas de oro. Ahora el brillante resplandor del preciado metal está sustituido por el rezumante musgo de la poderosa jungla que avanza impetuosa por el apartado lugar. Una figura nos resulta familiar, es Shiva, fundador y protector religioso de las dinastías Champa, de nuevo la influencia hindú -como también vimos en Angkor- quedan patentes entre sus muros. Los edificios más dañados por la guerra son ahora habitados por pequeños reptiles que se cuidan, a veces torpemente, de las culebras que salen a su encuentro para almorzar.

El radiante cielo con el que nos recibió Vietnam hace varias jornadas se ha ido tornando con los días en una atmósfera anubarrada y tormentosa de la que difícilmente conseguimos librarnos. Finalmente un aguacero nos obliga a resguardarnos en el interior del kalan (santuario) de Bhadresvara. El lingam de su interior nos manifiesta que es a Shiva a quién pertenece el templo, el símbolo fálico le identifica. Cuando por fin escampa nos reunimos de nuevo con nuestra montura pero ya es tarde, no nos apetece conducir de noche, mejor quedarnos aquí. Ya no hay turistas y la gran explanada entre árboles que marca la entrada al recinto arqueológico es un lugar perfecto para acampar. Y qué mejor enclave que la capital intelectual y religiosa del Imperio Champa para concluir esta primera etapa por Vietnam. El Vietnam del siglo XXI casi no nos deja entrar y al final dormiremos al amparo del Vietnam del siglo IV.

Resto de crónicas de la ruta

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Vicente Plédel y Marián Ocaña son dos aventureros ceutíes con una prestigiosa trayectoria de rutas de exploración a través del mundo y entre los dos cubren todos los aspectos que requiere una expedición.